Un día de julio

Hace algunos años, decidí que era importante compartir este episodio que vivió mi familia en 1960 durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo para que formara parte de la memoria colectiva del pueblo dominicano y para que quedara incluido en los archivos de nuestra historia sobre los crímenes de la dictadura más sanguinaria del continente americano hasta que ese régimen fue derrocado en 1961.

Han pasado muchas décadas desde el día en que ocurrieron los hechos ese 7 de julio de 1960. En el esfuerzo constante por normalizar sus vidas trágicamente fragmentadas por las atrocidades de gendarmes criminales y psicópatas entronizados, es natural que las víctimas directas de las dictaduras traten de eludir el recuerdo de los eventos traumáticos del pasado para poder sobrevivir en el presente. Por eso evitan discusiones abiertas sobre la tragedia con el fin de no revivir lo imborrable. Además, tratan de no compartir la experiencia públicamente porque ocurre el irónico fenómeno de que muy a menudo son las víctimas las que sienten vergüenza por el repudiable acto criminal y no los responsables del crimen.

Ese silencio les resulta conveniente a los propios victimarios puesto que el silencio se vuelve cómplice del encubrimiento y aparenta confirmar la versión maquillada que, en el caso de nuestro país, ahora presentan los que en la actualidad buscan barnizar, cuando no absolver, el Estado de terror con que Trujillo se mantuvo en el poder por 31 años. Hoy, pisoteando la memoria de las miles de víctimas del régimen más despótico del continente y una de las peores dictaduras del mundo, promueven la restauración del culto trujillista con el fin de explotarlo para provecho propio.

Un señor dominicano que conocí en una convención alrededor de 1980 me dijo que el caso de mi familia se conocía en la República Dominicana como “La masacre de la embajada de Brasil”. Más de tres décadas después, al escribir mi relato sobre los hechos de ese día, me pareció que un título más adecuado sería “La violación de la embajada de Brasil” porque en realidad no hubo una masacre sino un muerto (mi padre) y cuatro heridos y así encabecé mi relato. Tengo entendido que esa embajada quedaba en la avenida Máximo Gómez, esquina con Aristides Fiallo Cabral. 

Decidí compartir esta trágica experiencia de mi familia por tres razones: Primero, porque yo y mis dos hermanos aún vivos hemos llegado a una edad en que yo siento que no debemos dejar esta vida ocultando un evento trágico del cual no fuimos los responsables. Segundo, porque es necesario hacerle justicia a mi padre dando a conocer las ultrajantes circunstancias bajo las cuales su vida terminó violentamente ante los ojos de su esposa e hijos y tercero, porque últimamente los trujillistas oportunistas se han aprovechado de la falta de conocimiento que tiene esta generación sobre lo que realmente fue vivir durante la sanguinaria dictadura trujillista, una de las más totalitarias y terroristas del mundo y la peor del continente americano.

Cuando escribí mis recuerdos de esos días de julio y agosto de 1960 para que algún periódico publicara un resumen, yo no contaba con el respaldo de ninguno de los artículos que se habían publicado en la prensa del continente sobre nuestro caso, especialmente los numerosos artículos que se habían publicado en la prensa del Brasil en julio y a principios de agosto de 1960. Sólo contaba con mi palabra, la de mi familia y la de los pocos parientes en el país que todavía estaban con vida (dos: una tía y una prima). Además, es un caso que, según algunos me han contado, ni siquiera lo mencionó la prensa trujillista de 1960, excepto una reseña que, según nos contaron, informaba que delincuentes atacaron a unos policías, y en las últimas décadas ha sido un caso olvidado casi por completo en República Dominicana por lo que yo estaba segura de que surgirían preguntas entre los lectores tales como: ¿De dónde salió esta historia? Si es verídica, ¿por qué no se conocía antes? Es por eso que me ocupé de escribir sobre las condiciones que llevaron a mi padre a buscar asilo con su familia, todos los detalles de los sucesos que ocurrieron ese día, momento tras momento, tal y como yo siempre los he recordado y los detalles que me han contado mi madre y mis hermanos mayores, los que ellos vieron pero que yo no vi con mis propios ojos. Además, incluí los hechos de esos días detalladamente principalmente para que el periodista que se interesara en publicar un resumen de mi relato no tuviera ninguna duda y quedara convencido de que se trataba de un esfuerzo sincero con el fin de dejar un testimonio honesto, detallado y preciso para los archivos de los crímenes de la dictadura trujillista. Por eso, incluí pormenores que les parecerán tediosos a los que lean el relato, pero que ayudan a eliminar cualquier duda que hubiera surgido si yo hubiera omitido detalles en la secuencia de los hechos.

Muchos meses después de haber redactado el largo relato, me di cuenta de que se podía acceder por la red del Internet a los archivos de las antiguas ediciones escaneadas del Jornal do Brasil, uno de los dos principales periódicos brasileños en esos años, y pude encontrar una amplia cobertura del caso, la cual consistía de unos 8 ó 9 artículos y un editorial. Inclusive, hay varias ediciones del Jornal do Brasil que están faltando en ese archivo de Google de los días de la segunda y tercera semanas de julio, días en que estoy segura de que también hubo noticias y comentarios sobre el caso ya que en las ediciones de los días siguientes a las que están faltando todavía se publicaron artículos sobre el ataque a la embajada. Estoy segura de que todos los periódicos principales de Brasil publicaron noticias sobre el sangriento episodio, muchos de los cuales nosotros leímos cuando estábamos en Río, pero éstos no han colocado sus archivos en la red o hace tiempo que esos periódicos dejaron de existir. Encontré varios artículos sobre nuestro caso en Folha de Sao Paulo, asi como en Correio do Parana, Folhia da manha, etc. Encontré también artículos en uno de los dos unicos periódicos de otros países latinoamericanos que han colocado sus antiguas ediciones en la red (El Tiempo de Colombia y La Nación de Costa Rica) y, además, un artículo de la revista TIME titulado A Race Against Death (Una carrera contra la muerte), publicado el 18 de julio, 1960. El New York Times publicó unas cuatro reseñas en relación al caso (julio 10, agosto 1, 2 y 10), pero no permite la reproducción de sus artículos. Tengo entendido que la prensa venezolana le había dado una amplia cobertura a este caso, incluyendo un artículo de ocho columnas en El Mundo, pero esos periódicos no han colocado sus antiguas ediciones en la red. Luego, cuando le conté a mi madre que yo les había enviado a varios periodistas un relato de nuestro caso y que me gustaría tener toda la documentación posible, ella buscó entre sus viejos documentos y me mandó varios recortes de periódicos de Brasil. Entonces, contando con todos estos reportajes, resultaban innecesarios muchos de los detalles que yo me había ocupado de describir sobre ese día, pues con esa amplia cobertura de la prensa de la región, nadie dudaría de que ese atropello contra mi familia realmente ocurrió ese 7 de julio de 1960 tal como yo lo expuse,
el cual resultó en una muerte y cuatro heridos de bala.

Cuando en 2013 le envié también mi relato a la destacada periodista Angela Peña del excelente periódico Hoy, ella de inmediato me contestó expresando gran interés en publicarlo, pidiéndome más detalles y aclaraciones, todo lo cual se lo proporcioné, incluyendo recortes de los artículos que había encontrado. No vivo en República Dominicana, pero tengo entendido que el artículo de Angela Peña titulado Alberto Abreu Morel: Asesinado frente a su esposa e hijos fue leído ampliamente con gran interés, lo que me hizo sentir una gran satisfacción al saber que el caso de mi familia ya era del conocimiento de los dominicanos y que no quedaría olvidado para siempre como tantos otros asesinatos y atropellos de la dictadura que quedarán enterrados eternamente junto a esas víctimas.  

Aprovecho esta oportunidad para agradecerle de nuevo a la reconocida periodista Angela Peña por haberse interesado en nuestro caso y haber publicado varios artículos así como al importante periódico Hoy por hacer posible que el caso de mi familia fuese conocido por los dominicanos y que pasara a formar parte de los anales que contienen parte de los incontables crímenes cometidos por la sanguinaria dictadura de Trujillo. 

Como el artículo publicado en el periódico Hoy en 2013 necesariamente tenía que ser un resumen del caso por limitaciones de espacio y como yo ya había redactado con gran esfuerzo el largo documento, decidí que este detallado testimonio no debería quedarse perdido y olvidado para siempre en mis archivos cuando yo ya no estuviera con vida sin hacer del conocimiento público los detalles inevitablemente omitidos en lo que al final quedó publicado en el periódico Hoy, detalles que revelan el proceder bestial de los gendarmes de la dictadura en contra de los ciudadanos y el ambiente de terror en que vivimos los dominicanos durante 31 años.

Decidí, además, aprovechar este portal para exponer otros casos de atropellos y violaciones a otras embajadas que yo iba encontrando cuando buscaba información sobre el caso de mi familia porque creo que esta faceta de la dictadura, sus agresiones y asedio contra varias embajadas latinoamericanas acreditadas en el país, por alguna razón ha sido casi totalmente ignorada por la mayoría de los periodistas e historiadores dominicanos. Para los que tengan interés, podrán encontrar artículos e imágenes sobre otros ataques y atropellos a varias embajadas en la página titulada Trujillo y las embajadas.

En tercer lugar, decidí aprovechar este espacio en este portal para incluir también episodios y relatos de mis familiares, así como mis memorias de la infancia que tienen que ver con la vida bajo la dictadura (ver Mis recuerdos y Mis familiares) porque siempre he creído que la mejor manera de "revivir" el ambiente de un período histórico es a través de los relatos personales del pueblo que lo vivió y, especialmente, porque me parece que en las investigaciones y en los archivos sobre la dictadura trujillista ha habido un enorme vacío en relación a las memorias y testimonios de los habitantes comunes y corrientes quienes son los mejores relatores de la vida cotidiana de una etapa histórica.

Deseo afirmar que nada de lo redactado en el relato La violación de la embajada de Brasil ni lo redactado sobre los recuerdos y los relatos de mi familia, ni mis memorias de la Era ha sido inventado ni exagerado por mí, en absoluto. La memoria de mi padre, un cristiano honesto a carta cabal, me lo impide, la integridad que se merece la contundente y salvaje violación contra mi familia, ese sangriento atropello, me lo prohíbe, la autenticidad que se merece nuestra trágica historia dominicana, la cual no necesita exageraciones, me lo proscribe. Bien lo dice el dicho que "una sola mentira es capaz de poner en entredicho cien verdades".

Me veo obligada a alargar esta introducción, ya demasiado larga, porque deseo hacer algunas aclaraciones ya que algunos trujillistas arrogantes han hecho el comentario de que a las víctimas de la dictadura les gusta explotar y hablar sobre su tragedia como parte de un afán de notoriedad y para obtener beneficios materiales. Sólo les puedo decir que si así fuera en mi caso, yo lo habría hecho cuando estaba más joven, no ahora que casi estoy llegando a los 70 años de edad. Además, mi familia nunca ha pedido ni ha recibido un solo centavo o beneficio de ningún gobierno dominicano ni extranjero, excepto los dos meses de alojamiento y comida que nos concedió generosamente el gobierno brasileño cuando llegamos a ese gran país. Quiero reiterar que el único propósito por el que comparto esa etapa de mi vida es el que mencioné en los párrafos anteriores: No dejar que los detalles no publicados antes sobre este atropello sangriento y deleznable por parte de los esbirros de la dictadura se pierdan en los íntimos rincones de los recuerdos de mi familia sin ser compartidos antes de que yo, mi madre y mis hermanos desaparezcamos de esta vida, tal como creo que es justo y necesario compartirlos. Prueba de que no hay ningún interés “mediático” es el hecho de que, con la excepción de un artículo escrito por mi hermano mayor Alberto en los años noventas, la única otra ocasión en los últimos 55 años en que yo o algún miembro de mi familia ha compartido públicamente este episodio del 7 de julio de 1960 ha sido cuando Angela Peña publicó sus artículos en mayo y junio de 2013. Precisamente, al crear este portal he hecho un gran esfuerzo por incluir todo lo que yo y mi familia tenemos que contar de una vez y para siempre, en un solo medio, con el fin de cumplir con lo que considero un deber hacia la memoria colectiva de los dominicanos y su trágica historia y luego cerrar el caso, es decir, volver por completo a mi vida personal. El futuro silencio de mi parte y de parte de mi familia, tal como el largo silencio de los últimos 55 años, darán constancia de ese desinterés, a menos que yo tenga que salir a defendernos contra cualquier tergiversación que surja sobre los hechos de ese episodio, lo cual estoy dispuesta a hacer sin vacilaciones. Precisamente, para evitar tener que salir a aclarar cualquier duda que quieran sembrar es que he incluido de antemano todos esos recortes de periódicos y libros (ver Artículos) que respaldan mi descripción de los hechos, arriesgando aburrir a los lectores con tanta documentación. Todo lo contrario a un afán de notoriedad, puedo decir que enfrentarme conscientemente con ese violento episodio de mi pasado no fue una tarea fácil puesto que al describirlo momento tras momento tuve que revivir conscientemente cada instante y solo pude escribirlo con las lágrimas que hace muchos años había logrado reprimir. Me obligué a revivir lo que siempre he tratado de eludir porque era una tarea impostergable para poder dejar este testimonio antes de abandonar esta vida.  

Que los detalles que comparto sobre este sangriento episodio de la dictadura trujillista, así como los demás casos de otros asilados que incluyo en este medio, y que mis recuerdos y los relatos de mi familia que aquí comparto sobre la vida bajo el bochornoso y sanguinario régimen trujillista contribuyan a la documentación de la realidad dantesca que vivió el pueblo dominicano por 31 años bajo la dictadura más terrorista y corrupta del continente americano.



Eva J. Abreu


 



 (Debido a la limitada tecnología de los medios de transmisión de hace 55 años y principalmente por el   hermetismo de régimen y la censura
                                              impuesta a la prensa, las primeras noticias políticas que salían de la República dominicana eran  inexactas como podemos ver
                                              en los anteriores artículos de El Tiempo de Colombia: No hubo dos muertos y dos heridos, sino un muerto y cuatro heridos.)






  


  

Propósito de este portal


I-     Dejar constancia detallada de los hechos ocurridos en julio y    
        agosto de 1960 relativos al asilo de mi familia en la embajada de Brasil
        con artículos de la época que respaldan mi relato

II-   Dar a conocer el largo asedio sufrido por un grupo grande de asilados, los
        embajadores y sus familias en las embajadas de Venezuela, Ecuador y
        Brasil y exponer el acoso y atropello premeditado de otras embajadas (México,
        Argentina, Cuba, etc.)
III– Compartir con esta generación de dominicanos y con los investigadores
        los recuerdos míos y de mi familia que tienen que ver con el régimen trujillista
IV– Dejar constancia de quien fue mi padre ya que es poco conocido y rendirle  
        un homenaje a su memoria

















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