Biografía

Biografia y perfil de Alberto Conrado Abreu Morel


Para los nietos y los que tengan interés en conocer más sobre la vida y el carácter de mi padre.


Mi padre nació el 17 de marzo de 1912 en La Vega. Sus padres fueron Elías Abreu
 y Ana Josefa Morel Mayol.

Como mi padre fue adoptado a la edad de nueve meses, lo que sé de la familia biológica de mi padre es lo que me ha contado mi prima en Estados Unidos, Dra. Rosemarie Pérez Abreu, hija de mi tía biológica Patria Abreu (a quien conocí ya siendo yo adulta) y también lo poco que me contó mi abuela adoptiva, Eva Whiffen, quien conocía a la familia Abreu Morel.

Mi prima me contó hace varios años que mi abuelo, Elías Abreu, era general. Eso también me lo contaban mi madre y mi abuela Eva Whiffen. Puedo decir que todo lo que decía mi abuela americana lo creía como palabra divina porque mi abuela era una religiosa puritana formada a finales del Siglo XIX, obligada a decir siempre la verdad.

Yo supongo que mi abuelo era de esos generales que en esa época de los "Bolos" y los "Coludos" se autodesignaban general según el número de hombres que tuvieran bajo su mando, pero es una suposición mía porque ni mi prima ni yo sabemos como fue que llegó a ese rango. Es posible que haya sido designado por el gobierno de entonces. Mi prima me contó que mi abuelo Elías Abreu llegó a detentar cargos en uno de los gobiernos de entonces y que tía Patria le contaba que ellas, las tres hijas, ayudaron a su padre Elías a realizar censos. Me contó que ellas odiaban tener que pasar días y semanas en villas apartadas alfabetizando. Eso es todo lo que mi prima sabe.  

Mis abuelos paternos, Elías Abreu y Ana Josefa Morel Mayol, tuvieron seis hijos (Rosa, la mayor; Patria, Edinia, Ofemil, Diógenes y Alberto). Mi padre era el más pequeño de todos.

De mi abuela Ana Josefa Morel sé muy poco. Mi prima me cuenta que mi abuela era tía o prima segunda del pintor Yoryi Morel, pero eso es todo lo que sabemos. Ella murió prematuramente de tuberculosis. Esos eran años de guerras civiles y, según mi abuela adoptiva (Eva Whiffen), los del bando a que pertenecía mi abuelo a veces estaban en el poder y otras veces él tenía que irse a la manigua a esconderse con sus hombres. Mi abuela adoptiva Angui (así le llamábamos en casa a Eva Whiffen) me contaba que cuando mi abuelo estaba en una posición de poder había mucho dinero y mi abuelo derrochaba, con banquetes en la finca, etc. Después, cuando estaban en la manigua, había escasez. Esa era la realidad histórica y cultural de aquellos años. Pero también, mi prima me contó que el gobierno lo mandó a que fundara dos pueblos en una región inhóspita y que mis tíos tuvieron que ayudarlo, algo que a ellos no les gustaba. Me contó que él también estuvo a cargo del censo bajo uno de los gobiernos y de un programa de alfabetización, pero no sabe de cual gobierno.

Este episodio me lo contó mi abuela adoptiva Angui varias veces:

Mi abuela Eva Whiffen y su hermana Nellie Whiffen, quien era enfermera, visitaban a mi abuela biológica (Josefa Morel) para prestarle asistencia médica después de que ella cayó enferma de tuberculosis. Un atardecer, ya casi oscuro, cruzando las calles sigilosamente, escondiéndose tras las casas porque había una balacera, Eva y Nellie Whiffen pudieron llegar a la casa de mi abuela para atenderla. Desde días atrás mi abuelo no se encontraba porque andaba envuelto en esos enfrentamientos o escondido con sus hombres, no se sabe. Cuando las dos misioneras por fin llegaron a la casa, lo que encontraron fue a mi abuela muerta en la cama rodeada por sus seis niños. Rosita, la mayor con 14 años, tenía a mi papá, el menor (9 meses), cargado en sus brazos. Puedo decir que esa ha sido una escena que siempre, siempre me ha conmovido toda la vida cada vez que pienso en ese cuadro tan deprimente.

En un artículo que mi hermano Alberto había escrito hace muchos años (solicitado por el Instituto Alberto Abreu), él dice que Angui adoptó a mi padre a los dos años de edad, pero estoy segura de que eso es un error pues yo recuerdo que Angui me dijo varias veces que fue a los 9 meses. Además, la prueba está en que mi abuela fue a República Dominicana por primera vez en 1912 (según consta en los documentos publicados por el Free Methodist Missionary Board) y mi padre nació en 1913.

Eva y Nellie Whiffen se llevaron a todos los niños a la misión evangélica. Al cabo de un tiempo (no sé si semanas o meses después), mi abuelo recogió a sus hijos, excepto al menor porque cuando él fue por sus hijos, mi padre, con apenas un año, estaba enfermo. A la larga, las dos misioneras terminaron por adoptarlo de hecho, aunque no legalmente (mi abuelo nunca cedió su potestad) puesto que se habían encariñado con él.

Hasta ahí lo que yo conozco de la familia de mi padre con base en lo que me contaba mi abuela Whiffen y lo poco que pudo contarme mi prima Maritza. Lo que puedo decir es que aparentemente mi abuelo crio a sus hijos bien pues yo conocí a dos de mis tías en Estados Unidos, las cuales eran personas honestas, de buen carácter y trabajadoras. De los dos varones, lo poco que sé lo describo brevemente en la página Mis familiares

Puedo decir que los años de mi padre en esa misión evangélica probablemente fueron los más felices de su vida porque estaba rodeado de un ambiente sano, seguro, protegido, al calor de las dos misioneras que lo criaron como a un hijo. Mi abuela Angui era como su madre y su hermana Nellie era como su tia. Nellie murió en la decada de los cuarentas de cancer. En la región donde se crió mi padre había mucho campo abierto y árboles, tuvo una infancia y adolescencia rodeado de la naturaleza y de muchos amigos, compañeros que eran internos del instituto. Cuando mi padre nos contaba de sus aventuras y travesuras en esa misión siempre sonreía. Ahí también lo formaron con un profundo sentido de honestidad y responsabilidad.

Como adulto me cuenta mi madre que fue un cristiano a conciencia, en su práctica diaria y en sus creencias, formado por misioneros con un alto sentido de responsabilidad moral hacia la familia y la sociedad. Todos los que lo conocían apreciaban la excelente formación de su carácter: sencillo, extremadamente honesto, sincero, responsable, cordial. Mi padre siempre estuvo dispuesto a ayudar al que realmente tenía necesidad. Recuerdo que cuando alguien estaba pasando por alguna situación difícil, lo oía hablar de esa situación y sé que los ayudaba. Recuerdo que el perro que teníamos en casa, Bowser, fue un cachorro abandonado que él encontró y se devolvió a la casa con él para que lo alimentáramos. Naturalmente, Bowser (nombrado así en honor a un perro que tuvo mi abuela Angui décadas atrás) se quedó a vivir con nosotros y era el que con más alegría recibía a mi papá todos los días cuando él regresaba del trabajo. En esos momentos, yo veía la enorme alegría que sentía mi padre al ver un perro que le era tan leal. Había un lazo muy especial entre mi padre y nuestro perro. De hecho quiero añadir aquí una nota: Cuando velamos a mi padre en mi casa, Bowser estaba desconsolado y no dejaba de aullar con una tristeza profunda. Tuvimos que sacarlo de la casa y amarrarlo en el fondo del patio y allí solito siguió aullando.

Esa actitud samaritana de mi padre se extendía especialmente a los humanos, naturalmente. Mi madre me cuenta que mi papá estaba por esconder en la casa a un hombre que pertenecia al Movimiento 14 de Junio. Se trataba del dueño de una libreria que estaba escondido en la casa de unos primos y necesitaba otro sitio para esconderse porque, tarde o temprano, irían a buscarlo ahí. Mi madre me cuenta que ella estaba muy nerviosa en esos días porque si lo descubrían, ella y mi padre también sufrirían las consecuencias. Le pregunté por fin qué pasó, y me dijo que nunca supo, que nunca trajeron al señor. En cosas de política, ella no preguntaba. Eso fue varios meses antes de que nosotros nos exiliáramos.

Como nosotros fuimos la única familia biológica que mi padre realmente tuvo, él estaba totalmente enamorado de esa familia y dedicado a ella. Mi familia siempre se sentaba a la mesa juntos tres veces al día, siempre orábamos antes de comer. Mi padre nos ayudaba con la tarea, les enseñó a mis hermanos a jugar ajedrez y todo tipo de juegos de mesa para que desarrollaran destreza mental. Promovía todo tipo de deportes entre mis hermanos en los cuales él a veces participaba cuando tenía tiempo. A él en particular le encantaba el golf, pero esas horas de esparcimiento fueron desapareciendo hacia los dos últimos años en el pais. Durante las comidas, siempre les planteaba a mis hermanos situaciones hipotéticas que ellos tenían que resolver para que desarrollaran criterio analítico y capacidad de decisión. Todos sus ratos libres los pasaba junto a su familia (noches y fines de semana), excepto en el último año y medio año en que su trabajo en contra de la dictadura lo absorbió. Yo noté claramente ese distanciamiento, esa ausencia en nuestras actividades. Inclusive, en el último año había dejado de ir a la iglesia para poder trabajar en contra de la dictadura mientras nosotros estábamos fuera de la casa en la iglesia.

Tenía un alto sentido de la responsabilidad. Prefería limitar los gastos antes que endeudarse, por eso todo lo que tenía lo poseía por completo, inclusive la casa en que vivíamos en la capital, (en realidad era de mi abuela Angui), el carro, todo, no tenía deudas, excepto las cuentas que se pagaban mensualmente. Sé que en la mañana en que nos fuimos a asilar ese 7 de julio, mi padre salió más temprano a hacer unas diligencias de última hora, entre las cuales estaba pagar todas las cuentas que tenía pendientes (dentista, electricidad, etc.) para no dejar a nadie sin su debido pago.

He llegado a saber recientemente que renunció a su cargo de auditor en el Hotel Embajador para conseguir un trabajo que le permitiera desplazarse de un lado a otro sin despertar sospechas, aunque ese cambio significó un menor ingreso. Es en realidad poco lo que sabemos sobre las demás actividades de mi padre en contra de la dictadura aparte de las que expuse en mi relato porque era muy poco lo que él le contaba a mi madre para protegerla a ella y a los colaboradores en caso de que fuese descubierto. Recuerdo que de noche a veces venían señores a hablar con él, se iban al patio y hablaban en susurro. Recuerdo que a ciertas horas mi padre se encerraba en su habitación y con unos audífonos escuchaba a Radio Habana Cuba y supongo que otras estaciones de otros países. Mis dos hermanos mayores eran los que sabían mucho más pero, lamentablemente, ahora que tengo interés en investigarlo, mi hermano Alberto, quien vive lejos, sufre de PTSS y de principios de demencia y Héctor murió hace muchos años, en 1979. Para no repetirlo aquí, en la página titulada 7 de julio, 1960 (La violación a la embajada de Brasil) yo describo lo poco que he llegado a saber sobre sus actividades en contra de la dictadura.

Mis padres se conocieron cuando mi mamá pasaba frente a la Iglesia Evangélica Dominicana en la zona colonial de Ciudad Trujillo. Ese templo todavía está en el mismo lugar en la calle Las Mercedes. Mi padre era miembro activo de esa iglesia. En una ocasión, mi madre y una amiga se pararon en la puerta de ese templo a observar a los evangélicos y mi papá, quien estaba sentado cerca de la entrada, se fijó en mi madre. Años después entablaron amistad, se enamoraron y se casaron el 26 de Julio de 1943. Mi madre se convirtió y hasta hoy, con más de 90 años, no deja de asistir todos los domingos a la iglesia evangélica en la ciudad donde vive con mi hermano Ricardo.

Cuando se casaron, vivieron en Santiago donde nacieron mis dos hermanos mayores, Alberto y Héctor. Allá mi padre era sub-director del Instituto Evangélico y profesor de matemáticas e inglés. Mi padre estudió contabilidad y cuando se mudaron a La Romana (donde nació Ricardo) trabajó en las oficinas del Central Romana; cuando se mudaron a Puerto Plata (donde yo nací), trabajó en las oficinas de la Chocolatera Sánchez. Cuando vivíamos en la capital fue gerente de  la Squibb, trabajó en las empresas de la familia D'Allesandro, también fue el auditor del Hotel Embajador y trabajó en otra empresa cuyo nombre mi madre ya no recuerda.

Mi madre me cuenta que cuando vivíamos en Ciudad Trujillo, mi padre tuvo que trabajar en la Presidencia unas tres veces porque lo llamaron varias veces de la presidencia dado que era perito contador y completamente bilíngüe. Ella me cuenta que a esa gente no se le podía decir que no, pero como a mi padre no le gustaba estar cerca de ellos, lo que mi padre hacía era que a los dos o tres meses buscaba alguna excusa para dejar el puesto sin que se sintieran ofendidos. No era nada aconsejable asociarse con esa gente.

Por ejemplo, en una ocasión lo llamaron para que tradujera un libro supuestamente escrito por María Martínez. Mi madre dice que hubo algunas diferencias de opinión entre María Martínez y él, probablemente instigadas por mi padre para poder alejarse. Mi mamá no recuerda bien si esa traducción quedó por la mitad, pero en todo caso logró distanciarse. Mi madre medio recuerda que el libro era Meditaciones Morales pero ya no está completamente segura. En otra ocasión lo llamaron para que trabajara en contabilidad bajo Anselmo Paulino. En eso, Anselmo Paulino tuvo problemas con Trujillo y ella recuerda que Paulino le dio instrucciones a mi papá para que fuera a uno de los yates de Trujillo (mi madre no recuerda cual) e hiciera un peritaje de todo lo que había en el barco. Mi padre se dio cuenta de que Paulino estaba tramando algo en represalia o para defenderse y no quería estar en medio de esas complicaciones. Me contó mi madre que él le pidió consejo a uno de los altos funcionarios del Palacio, y él le aconsejó que no fuera a hacer el peritaje y así lo hizo mi padre. Al final metieron preso a Anselmo Paulino. Ella me dijo que mi padre le había contado que en el Palacio difamaban a Paulino por medio de unos altoparlantes que había en el Palacio, que lo insultaban con todo tipo de epítetos peyorativos. Le pregunté a ella si los parlantes eran internos o si estaba dirigidos hacia las calles para que todo el mundo escuchara los insultos y ella me dijo que eso no lo sabía. Mi madre me cuenta que mi padre aprovechó toda esa confusión y al poco tiempo logró alejarse de nuevo de la Presidencia. Mi madre no recuerda qué hizo la tercera vez que lo llamaron a la Presidencia.

Mi padre también trabajó con Guido D’Allesandro en una de las compañías de esa familia, donde apreciaban a mi padre mucho. Esa empresa era la representante de una compañía naviera italiana, dueña del famoso barco Andrea Doria. Yo recuerdo claramente una noche que mi padre le contó a mi madre que el representante o el dueño italiano de esa naviera le había dicho a uno de los d'Allesandro (no recuerdo a cual) que "si hubiera solo dos hombres honestos en República Dominicana, uno de esos es Alberto Abreu." Esa frase se me ha quedado grabada toda mi vida.

También fue auditor del Hotel Embajador, cargo al que renunció para dedicarse a algo que le permitiera andar en la calle como pretexto y así poder trabajar en contra de la dictadura. Tengo entendido que tampoco se sentía bien en ese cargo en el hotel donde tenía que relacionarse con altos funcionarios del régimen y hasta con miembros de la familia Trujillo. Cuando mi familia se asiló, mi padre trabajaba como perito-contador independiente lo que le permitía mucha flexibilidad para sus actividades en contra del régimen.

Un artículo que encontré recientemente en un periódico del Brasil dice que mi padre empezó a tener problemas con el régimen cuando él, siendo contador que trabajaba para el gobierno (no sé si cuando trabajaba en el hotel, propiedad del gobierno, o en la Presidencia), reportó una serie de irregularidades y esto hizo que quedara marcado. Eso posiblemente lo contó Eugenio Cabral en Brasil pues yo le pregunté a mi madre sobre esto y ella dice que ella no sabía nada de eso. Esto no me sorprende pues mi padre era sumamente reservado. Él no le contaba casi nada a mi madre que pudiera afectarla para que si a ella la interrogaban, ella pudiera decir que no sabía nada de actividades contra el gobierno y que, con suerte, no le hicieran daño. Que él hubiera reportado irregularidades en la Presidencia no me sorprende tampoco porque ese era su trabajo, perito, y él era muy profesional. Además, tenía una ética puritana intachable en todos los aspectos de su vida. Es muy posible que esas denuncias fueran lo que despertó sospechas sobre sus actividades contrarias al regimen y que empezaran a investigarlo, pero sin más información, solo puedo especular.

Resumen de su vida cristiana

Esta información sobre la vida cristiana de mi padre y sobre su carácter fuera de nuestro hogar la obtuve en años recientes principalmente de parte de mi madre y de lo que yo recuerdo de su comportamiento en la iglesia, de lo que oía decir de él y de su trato con los demás.

Mi padre se crio como libre metodista en el Instituto Evangélico de Santiago. Como adulto, además de su cargo a tiempo completo como sub-director y profesor del Instituto, también trabajó como pastor laico en Tamboril donde iba a predicar los domingos.  En La Romana y en Puerto Plata mis padres asistían los domingos a la iglesia evangélica de esas ciudades. Cuando la familia se mudó a la capital, él fue miembro activo de la Primera Iglesia Evangélica Dominicana (ubicada en Las Mercedes) donde desempeñaba el cargo de Tesorero.

Él también impartía las clases de escuela bíblica para adultos los domingos por la mañana. Además, daba la prédica los domingos cuando no estaba el pastor o cuando éste le pedía que predicara sobre algún tema especial. Además de la escuela bíblica los domingos por la mañana, mis padres siempre asistían a la prédica para adultos los domingos por la noche. Mi padre interpretaba del inglés al español cuando algún predicador de Estados Unidos iba de visita. Era muy activo en la Sociedad de Caballeros de dicha iglesia y era presidente de dicha sociedad, la cual se reunía una vez a la semana. Mi madre era miembro de la Sociedad de Damas que se reunía cada martes.

Mi madre me dice que mi padre no fue simplemente un cristiano de costumbre o de etiqueta sino un "cristiano nacido de nuevo". Realmente creía en Cristo como el hijo de Dios que vino a salvarnos de nuestros pecados. Si bien era un verdadero creyente y un cristiano activo, nunca trataba de imponerles sus creencias a las amistades o a los conocidos no evangélicos sino que respetaba la cultura y la fe de los demás. Sólo conversaba de religión y predicaba dentro del recinto de la iglesia o en eventos religiosos.  

Personalidad





Como dice el profesor Román, mi padre era un hombre equilibrado, hasta en los momentos de crisis. Recuerdo un episodio que mi padre nos contó un par de veces: Cuando era joveen, antes de casarse, él iba en un autobús desde Santiago hacia otro pueblo, cuyo nombre hoy no recuerdo. Por alguna razón, el chofer perdió el control y el autobús se cayó por un precipicio, pero quedó ligeramente atascado contra un árbol. Más abajo, todavía había un largo y peligroso trecho hasta el fondo del abismo. Los pasajeros entraron en pánico y querían salir todos juntos antes de que el autobús se desprendiera del árbol. Mi padre se dio cuenta de que si seguían moviéndose y tratando de salir en forma precipitada, el autobús podría perder el tenue equilibrio que lo sostenía y desplomarse hacia el fondo del precipicio. El tomó la iniciativa, logró calmar a los pasajeros, que no se movieran y los convenció a que salieran cuidadosamente uno a uno en forma ordenada pero asegurándose de mantener el autobús balanceado. Así lo hicieron y pudieron salir todos ilesos. Siendo joven y fuerte, él pudo haber salido por su cuenta y ponerse él a salvo, pero mi padre fue educado con un gran sentido de responsabilidad y compromiso con los demás.

Si bien era sumamente profesional en su trabajo y un cristiano activo, también tenía un gran sentido del humor. Le gustaba ver las comedias americanas por televisión, a Luis Sandrini, a Cantinflas, al Gordo y el Flaco. Recuerdo que en sus conversaciones con las amistades a menudo lo veía sonreír, excepto en el último año en que vivimos en el país cuando noté que se tornó distante y reservado. Era muy pragmático y su trato con las personas que no pertenecían a la fe evangélica era normal, sociable y respetuoso. Yo lo oía conversar con las amistades o con mis hermanos mayores sobre beisbol, negocios, historia y eventos mundiales (sobre la política interna no se podía hablar). Al recordar esos años, me doy cuenta de que mi padre tenía un buen sentido de la prudencia, de que había momentos de seriedad en que se concentraba totalmente en lo que requería mucha responsabilidad, un tiempo para jugar con nosotros como un niño, para disfrutar de una agradable conversación con amigos y un tiempo para dedicárselo a la iglesia junto a mi madre. Nuestro padre era una persona muy analítica, realista y razonadora por lo que no era dogmático ni fanático en sus creencias sino que había sintetizado la fe con la razón. Me comentó mi madre que en el ámbito espiritual tenía paz interior.

Hoy, una escuela de la capital lo honra con su nombre, el Colegio Instituto Evangélico Alberto Abreu.

Termino esta biografía de mi padre con la siguiente anécdota:

Estoy casi segura de que fue un sábado, pues era el día que mi padre me sacaba a pasear por la tarde mientras mis hermanos se iban a jugar pelota. Yo tendría unos 8 ó 9 años, antes de que él le dedicara casi todo su tiempo libre a la resistencia antitrujillista. Él tuvo que pasar a recoger algún documento en su oficina que se le había quedado. Estoy casi completamente segura que fue en la oficina de El Embajador. Yo me quedé sentada en el área del escritorio de la secretaria mientras mi papá buscaba el documento en su oficina. Me puse a jugar con un sencillo agarrapapeles (paper clip) y cuando ya estábamos fuera de las oficinas se dio cuenta de que yo todavía tenía el clip en la mano. Tuvimos que devolvernos, subir a las oficinas, abrir varias puertas que estaban con llave, para que yo volviera a poner el clip en el escritorio de la secretaria y luego pasó a darme una lección sobre por qué uno no se queda con las cosas que no son de uno. Todo por un simple clip de papel. Su honestidad era intachable.






Tomo esta oportunidad para rendirle este homenaje a nuestro padre, Alberto Conrado Abreu Morel, un hombre que se destacaba por su entereza y que era admirado por todos los que llegaron a conocerlo. Los amigos lo estimaban como persona consecuente, siempre cordial y sincero. Todos y cada uno para quienes trabajó y los que trabajaban para él lo consideraban sumamente respetuoso, responsible y, sobre todo, con una honestidad e integridad intachables. Era un hombre que, como cristiano criado por misioneros, siempre estaba dispuesto a ayudar a los que estaban pasando por momentos difíciles. Entre los miembros de nuestra iglesia, recuerdo oír palabras de admiración hacia él como el caballero que era y como creyente. Como padre, tuve la suerte de conocerlo durante mis primeros once años y de sentir el amor, la protección y apoyo que nos dio como padre entregado a su familia. Como dominicano, cumplió con su deber de contribuir en lo que pudo a la liberación del pueblo dominicano de la extrema opresión tiránica y corrupta en uno de los capítulos más oscuros y deprimentes de nuestra historia.

  
 
 


Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.

Mateo 5:6





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