Trujillo y las embajadas






El caso de las tres embajadas

(Venezuela, Ecuador y Brasil)

Uno de los grupos de asilados que conocimos en Río de Janeiro (no les puedo decir cuantos eran ni quienes eran todos exactamente) estuvo encerrado en la residencia diplomática por unos dos años, yo calculo. Creo que los primeros que se habían asilado en lo que era entonces la embajada de Venezuela fueron los tres hermanos Moreno y otros que hoy yo no podría identificar, a quienes Trujillo se negaba a darles el salvoconducto para que salieran del país. A ese primer grupo se le fueron sumando otros asilados, hasta que creo que el grupo de asilados atrapados en esa sede llegó a unos 30 asilados o más. Los primeros en entrar creo que pasaron más de dos años encerrados y los demás menos tiempo, pero todos ellos sufrieron la incertidumbre y la desesperación de encontrarse hacinados y encerrados en una residencia rodeada de calieses y militares armados, sobreviviendo a base de alimentos racionados, durmiendo en el suelo, etc.

Diana González nos contó que varios de ese numeroso grupo de asilados se asilaron primero en la embajada de Venezuela en 1958. Entonces, cuando Venezuela rompió relaciones diplomáticas con el régimen en 1959, con el fin de que los asilados no quedaran desprotegidos y expuestos a la captura segura de los agentes, nos contó que en el momento en que el embajador de Venezuela le entregaba la carta de rompimiento al canciller dominicano, en ese mismo momento el embajador del Ecuador le entregaba la carta al canciller informándole que esa sede (la residencia diplomática ubicada en la Máximo Gómez) pasaba a ser la nueva sede de la embajada de Ecuador. Posteriormente, cuando Ecuador hizo lo mismo, es decir, cuando rompió relaciones diplomáticas con el régimen, en el momento en que el embajador ecuatoriano le entregaba la carta de rompimiento de relaciones al canciller dominicano, en ese mismo momento el embajador brasileño le entregaba una carta al canciller informándole que a partir de entonces, esa sede se convertía en la embajada de Brasil o en una dependencia/oficinas de la embajada, no recuerdo. De esta forma los asilados originales, más los que se fueron asilando después, no perdieron la protección diplomática y estuvieron encerrados en la misma residencia de la Máximo Gomez bajo tres banderas. Lo más importante se había logrado: Mantener a los asilados protegidos bajo el derecho de asilo al amparo de los embajadores de estos tres países quienes se sacrificaron para salvarles la vida a todos estos perseguidos políticos.

El sacrificio de estos embajadores, sus familias y los funcionarios de las embajadas fue mucho mas allá que soportar la actitud amenazante del gobierno trujillista hacia ellos y sus familias por tener la osadía de rehusarse a entregar a los asilados, fue mucho más allá que la enorme incomodidad de tener a tantas personas alojadas en la residencia diplomática, con gente durmiendo en fila en el suelo de la sala y donde hubiera espacio y de tener que racionar la comida. Porque, además, el régimen trujillista se aseguró de que esa vida encerrada y hacinada se convirtiera en un verdadero infierno para los asilados, el embajador y su familia. Diana y otros nos contaron que les habían cortado la luz, el agua y que el régimen hasta les había hecho zanjas alrededor de la residencia para que no pasaran los carros del embajador y los funcionarios con comida para su familia y los numerosos asilados. Nos contaron que el embajador y su esposa (no sé de cual o cuales de los tres países) tenían que traer la comida en fundas a pie pues, debido a las zanjas, los carros no podían pasar.

Deseo comentar, a manera de anécdota, que uno de los hermanos Moreno (según recuerda mi madre, fue Luis) se había dejado crecer el pelo cuando estaba en la embajada porque hizo una promesa de que no se lo cortaría hasta que cayera la dictadura de Trujillo. Cuando nosotros lo conocimos en Brasil tenía el pelo largo en una cola.

También nos contaron que como habían pasado tanto tiempo encerrados algunos de los asilados se volvieron bastante excéntricos. Por ejemplo, como racionaban la comida dentro de la embajada, uno de los asilados medía las porciones que le tocaba a cada asilado con exactitud matemática. Nos contaron que usaba una regla para medir las porciones del queso (cuando les compraban queso) en forma sumamente precisa y bajo mucha tensión para no equivocarse.

También nos contó Diana que en la embajada ellos se mantenían alejados de las ventanas pues Trujillo tenía esa embajada rodeada de gente armada. Nos contó que en una ocasión uno de los niños se había trepado en una ventana y que afuera estaba parado un calié listo para agarrarlo. Diana dice que ella se acercó al niño sigilosamente para no asustarlo y que no fuera a perder el balance y rapidamente lo atrapó en sus brazos.

Cuando se metió un calié en la embajada haciéndose pasar por un perseguido político (habían llegado a la conclusión de que era un calié) le dijeron al calié que uno de los asilados estaba medio loco y que tuviera cuidado. Ese tal “loco” de noche se acostaba al lado del calié y una o dos noches sacó un cuchillo afilado y se quedó mirando al calie con ojos de loco haciendo desmanes con el cuchillo. Al día siguiente el calié se desapareció de la embajada.

Diana González y creo que uno de los hermanos Moreno nos contaron en Brasil que cuando salieron de la embajada en Ciudad Trujillo el personal de la embajada (posiblemente con voluntarios de otras embajadas cercanas) se paró afuera en dos hileras haciendo una especie de “túnel” humano de protección, tomados de las manos para que por el medio pasaran los asilados hasta subir en el autobús que los llevaría al aeropuerto. Detrás de los que formaron el túnel humano estaban parados agentes armados del régimen con miradas agresivas. Les habían dado a los asilados unas banderas brasileñas para que varios se agarraran de cada una de ellas al salir de la residencia en señal de protección diplomática. No recuerdo si me dijo que se montaron en uno o en dos autobuses. Me contó que el autobús, o los dos autobuses, también llevaban banderas brasileñas en los lados en señal de protección diplomática.

Cuento estos relatos haciendo lo que aparentemente son insignificantes detalles para que este testimonio quede lo más concreto posible y porque realmente creo que del caso aberrante de este grupo que pasó tanto tiempo encerrado en esa residencia se ha escrito muy poco y es realmente algo que se debe exponer ampliamente con todos sus detalles. En realidad deberían de hacer lo mismo sobre el trato del régimen hacia otras embajadas, especialmente las de Argentina, México y Cuba (ver más abajo) y los sistemáticos asedios y violaciones de estas residencias diplomáticas ya que estos actos violentos reflejan lo que le estaba pasando al pueblo dominicano en las ciudades, pueblos y campos. La diferencia reside en que las violaciones en esas poblaciones casi no se llegaban a conocer por la represión y porque lo que sufría el pueblo dominicano a diario no involucraba a importantes misiones extranjeras.

Años después, cuando yo recordaba todo lo que les hicieron durante ese largo y atormentado encierro en esas tres embajadas (Venezuela, Ecuador, Brasil) me parecía tan irracional e infantil que me era casi imposible creerlo si no hubiera sido por la sinceridad con que Diana y otros nos lo contaban. Cuando años después yo recordaba ese caso, me asaltaban las dudas de que el régimen fuera capaz de asediar y atormentar una sede diplomática sin ningún propósito, apenas por gusto. Todo lo contrario, lo que hacía era causar tensión innecesaria con los otros países. Sin embargo, en los últimos dos o tres años, cuando me puse a investigar sobre el caso de mi familia y de ahí pasé a investigar otros casos de asilo en Ciudad Trujillo, encontré en la prensa internacional artículos de periódicos de la época que avalaban la aberrante e inverosímil historia que los otros asilados nos habían contado. Para los que tengan dudas, más abajo encontrarán copias de varios artículos publicados en 1960 que se refieren a las zanjas, al corte de la electricidad, del agua, etc. En la página titulada 7 de Julio, 1960 (La violación a la embajada de Brasil) encontrarán más información sobre estos asilados que conocimos en el hotel de Río de Janeiro (ver Primeras experiencias en Brasil hacia el final del relato).

Nota: Los anteriores recuerdos se basan solamente en mis memorias y las de mi madre y hermano Ricardo en relación a lo que nos contaron los asilados en Río de Janeiro sobre su larga experiencia encerrados. El relato anterior carece de fechas exactas, de los nombres de la mayoría de los asilados, de datos sobre quien se asiló primero o cuando, etc. es decir, son muy generales porque decidí publicar esas memorias tal como las recordábamos y como yo las había anotado antes de que yo me pusiera a investigar en la red sobre el asedio y los ataques a las embajadas en Ciudad Trujillo. Las mantuve intactas para que estas memorias tuvieran valor propio como testimonio autónomo y puro, no influenciadas por datos incorporados posteriormente de fuentes externas a mis propios recuerdos. Meses o talvéz más de un año después de escribirlas, me puse a investigar sobre los casos de los hermanos Moreno, Gracita Díaz y su hijo Nabú, Read Vittini, etc. y, después de una extensa búsqueda en la red, quedé sorprendida de que lo que encontré en la prensa dominicana sobre el acoso y aislamiento de esas tres embajadas (Venezuela, Ecuador y Brasil) fue apenas una línea que brevemente mencionaba el corte de electricidad y el agua y la restricción de los alimentos en un artículo, gracias a Angela Peña (ver recorte a continuación). Es una pena que esa larga y aberrante experiencia vivida por ese grupo de asilados no haya sido recogida en detalle por otros periodistas dominicanos en todas estas décadas cuando los ex asilados todavía estaban con vida para que se conservara su testimonio.

Esto fue lo único que encontré en la prensa dominicana que aparece en la red :




En contraste, en la prensa internacional se encuentran numerosas referencias al acoso físico de estas embajadas por parte del régimen, como verán más abajo.

No sé si Diana González todavía estará con vida para que ella misma cuente su encierro con más detalle, pero si lamentablemente ya no está entre nosotros, probablemente su medio hermana menor, "Nené" Rojas, está con vida, pues ella sólo me llevaba unos 3-4 años de edad. Sé que en los años noventas ellas vivían en la capital pues en una ocasión mi madre y mi hermano Alberto fueron a visitarlas.

Uno de los testimonios que encontré que parece elaborar bastante sobre el acoso que sufrieron esas tres embajadas es el libro de José Eligio Bautista (Mameyón) titulado Reseñas y Documentos. Digo "parece" porque el único acceso que he tenido al libro ha sido en Google Books, portal que sólo te permite ver unas 3-5 líneas de texto a la vez, tampoco se pueden leer los párrafos en secuencia. Sin embargo, de los pequeños trozos que pude leer, es obvio que el libro rinde muchos detalles sobre lo que hacían los calieses y militares para amenazar y hostigar a los embajadores y a los asilados, especialmente en las embajadas de Venezuela, Ecuador y luego en la de Brasil. En la pág. 30 de dicho libro, Mameyón confirma que ese primer grupo se asiló en 1958 y que entre los asilados de ese grupo se encontraban los tres hermanos Moreno (dice que los tres eran abogados) además de "un oficial académico llamado Antonio González Mieses -Toñín-, su hermano Bienvenido González Mieses, ambos acompañados de sus respectivas esposas e hijos, además de dos hermanas, su mamá y su padrastro". Las hermanas a que se refiere Mameyón son Diana González y su medio hermana "Nené" Rojas. A los que les interesen esos detalles, les recomiendo dicho libro. (Más abajo también pueden leer sobre otras embajadas acosadas y atacadas por los agentes de la dictadura (embajadas de México, Argentina, Cuba.)

A continuación, podrán cerciorarse de que la prensa internacional de la época avala lo que los asilados nos habían contado gracias a la información que los periodistas obtenían de parte de los diplomáticos y gobiernos afectados:

Abajo, los dos artículos señalan que el régimen trujillista no les concede el salvoconducto a 13 asilados que se encuentran en la embajada de Venezuela en Ciudad Trujillo. En el cuarto párrafo del segundo artículo (The Victoria Advocate) dice que el régimen le ha cortado la electricidad y el agua a la embajada, confirmando lo que nos contaron los asilados en Río de Janeiro. Agrega que también ha obligado a los sirvientes de la embajada a que renuncien a su trabajo. Noten que fueron publicados en 1959.




Un artículo del New York Times del 10 de febrero de 1959 (pág. 17) también dice que el régimen llegó a cortarles la electricidad. El titulo del articulo es: TRUJILLO BARS RIGHT OF ASYLUM. Bars exit to !3 fugitives in Venezuelan Embassy.

Desde que era la embajada de Venezuela, ya el régimen impedía que pasara la comida:

  


Este próximo artículo informa que, antes de la ruptura, la embajada de Venezuela se encontraba rodeada por policías vestidos de civiles, que todos los sirvientes, jardineros, el chofer y secretarias de la embajada abandonaron sus puestos y que la embajada ya no recibía los repartos de alimentos:

  


Hace poco recibí el siguiente nuevo recorte que inserté aquí, que también confirma todo lo que nos contaron los asilados en el hotel: Aquí dice que siendo todavía la embajada de Venezuela, les cortaron el agua, la electricidad y los alimentos, aún cuando había 4 niños.

Aquí está claramente identificada la famiia Gonzalez que yo menciono en mi relato en la página anterior. Yo recuerdo que ellos tenían algo que ver con Puerto Rico (creo que el padre era de allá) y mi madre recuerda que al que le decían Bebé se llamaba Bienvenido. No recordamos el nombre del otro hermano, quien aquí figura como Angel. Nos sorprendió que mencionen a una Milagros, pues a la hermana siempre la conocimos como Diana, pero talvez su nombre era Diana Milagros. Nosotros recordamos solo a tres niños, pero aquí mencionan a cuatro. Posiblemente uno sea hijo del embajador, no sabemos. Bebé y su esposa luego tuvieron gemelos, pero mi madre dice que estos nacieron el Río de Janeiro.  Por cierto, cuando mi madre y mi hermano Alberto las visitaron en los años noventas, Diana Gonzalez y su medio hermana Nené Rojas vivían en la capital, poco antes de llegar a El Millón, pero no recuerda exactamente donde.



El siguiente artículo del New York Times informa que el régimen ha cavado zanjas frente a la embajada, ya cuando la residencia se había convertido en la embajada del Ecuador: 
  


Tal como nos lo contaron los asilados en Río, cuando Venezuela rompió relaciones diplomáticas con el régimen, la residencia en la Avenida Máximo Gómez pasó a ser la Embajada del Ecuador para proteger las vidas de los asilados que se habían refugiado en la Embajada de Venezuela. En el siguiente artículo vemos que luego el Ecuador rompe relaciones con el régimen y dice que Brasil se hace cargo de los 13 asilados para que no queden desamparados, tal como nos lo contaron los asilados en Río.  




El siguiente artículo también menciona la ancha zanja que le hicieron alrededor de la embajada del Ecuador y que todas las embajadas latinoamericanas estaban rodeadas deguardias.

Trujillo se había obsesionado tanto con el grupo de 17 asilados en la embajada de Brasil y con no dejar que se le escaparan que, según el artículo, puso practicamente a un pelotón entero a rodear la embajada de Brasil.

Si sumamos los 13 asilados en la embajada del Ecuador a los 17 asilados en la embajada de Brasil, entonces hubo un total de 30 asilados (hasta esa fecha) hacinados en esa residencia diplomática cuando el Ecuador rompió relaciones y la embajada de Brasil se hizo cargo de los 13 asilados refugiados en la embajada del Ecuador. Tengo entendido, aunque no estoy completamente segura, que poco después lograron asilarse más personas en la embajada de Brasil, aumentando así el número acumulado de asilados en esa sede.





En el siguiente artículo el gobierno de Ecuador protesta en contra de la calumnia levantada por el régimen acusando a la embajada ecuatoriana de no haber pagado el alquiler del inmueble. De hecho, el régimen le ordenó al propietario a que reclamase la devolución del inmueble. De esta forma, los asilados quedarían desprotegidos. Fue cuando el gobierno ecuatoriano decidió romper relaciones con el régimen, ya que su sede no aguantaba más el acoso, y le traspasó la sede al gobierno de Brasil, un país mucho más poderoso, con el fin de que los asilados no quedaran desprotegidos.





Ecuador rompe con Trujillo y le agradece al Brasil por quedarse con los 13 asilados. El artículo cita al Ministro del Ecuador cuando dice que la situación en la embajada en Ciudad Trujillo se tornó intolerable con los 13 asilados que no podían salir del país y dice que estaban cercados por la "policía" de Trujillo:




  
El siguiente artículo se refiere al grupo de 16 personas que se asiló junto a Mario Read Vittini. Antes, miembros de este grupo estuvieron investigando la situación de las embajadas, cuáles eran las más solidarias, las más seguras, las más fáciles de penetrar y, además, cuál era la estrategia del regimen hacia los intentos de asilo. Cuando llegaron a saber (ver página Artículos) que desde finales de 1959 existía la orden de "disparar a matar" a cualquiera que tratara de buscar asilo en una embajada, este grupo fue preparado, es decir, fue armado. Efectivamente, entraron en la embajada de Brasil bajo disparos de los calieses, pero esta vez, los perseguidos les respondieron el fuego y hubo dos muertos y dos heridos. Por tratarse de un grupo tan grande, si no hubieran ido armados, sin la capacidad de responder con fuego para permitir que la mayoría penetrase en la residencia, muchas si no casi todas las 17 personas hubieran sido acorraladas por los calieses o hubieran caído abatidas por las balas.

Título traducido: Detenciones masivas llevaron a estudiantes dominicanos a pedir asilo ante los brasileños




El corresponsal del New York Times que estuvo en República Dominicana (luego, amenazado para que saliera del país), Edward C. Burks, escribió una serie de artículos sobre el totalitarismo del régimen. En el artículo del New York Times publicado el 5 de abril, 1960 en el periódico Milwaukee Journal (Despot in Tight Rope II, pg. 2), Burks informa que un presidiario de confianza que estaba por salir de La Victoria, logró copiar una lista de los que estaban por ser detenidos en la oleada de detenciones como resultado del descubrimiento del Movimiento 14 de Junio. Los que estaban en esa lista fueron los que, poco después, desesperadamente se asilaron a balazos en la embajada de Brasil, el grupo de Read Vittini. Esta "coincidencia" fue el indicio de que esas futuras víctimas habían sido informadas de su inminente detención por lo que buscaron desesperadamente asilo en la embajada. Como resultado, el comandante director de La Victoria, el Tnte. Coronel Horacio Frías, fue detenido y lo sacaron esposado de la prisión.


Nota- Si bien no hay duda de que ésta era la embajada brasileña en febrero de 1960, no estoy segura de que era la misma residencia diplomática en que mi familia (Abreu Piña,) se asiló el 7 de Julio de 1960 por dos razones: Diana González nos había dicho varias veces que la embajada de Ecuador se convirtió en la embajada de Brasil en mayo de 1960. En segundo lugar, no recuerdo que el camino que conduce desde la entrada a la marquesina tuviera curva ni que fuera tan largo y mi madre, cuando le enseñé la foto, está de acuerdo conmigo. Naturalmente, es posible que le hicieran algunos cambios estructurales a esa parte de la entrada. También es posible que el gobierno brasileño no se mudara de su sede sino que convirtiera la ex embajada de Ecuador en una dependencia de su embajada para continuar protegiendo a los asilados que se encontraban adentro. Es común que los países grandes tengan varias dependencias extramuros en otro país como parte de su legación diplomática. Por otro lado, la vista desde la esquina hace que se parezca mucho a la foto tomada por el Sr. Mansfield (quien está completamente seguro de que fue ahi que él presenció los hechos del 7 de julio, ver Artículos), pues la embajada en que mi familia se asiló también era blanca, esquinera y tenía un jardín parecido alrededor del edificio, así como un muro de esa altura y los arcos del estilo neocolonial (al igual que la de Ecuador). 



El siguiente artículo señala que guardias apostados alrededor de la Embajada de Brasil les dispararon a unos 17 estudiantes que trataron de asilarse en dicha embajada. En este caso, los que trataron de asilarse les devolvieron el fuego y hubo muertos y heridos. En el segundo párrafo menciona, además, que el año anterior Trujillo hizo que le cavaran zanjas frente a la Embajada del Ecuador y dice que el gobierno ecuatoriano todavía protesta por el acoso a su anterior embajada en Ciudad Trujillo.









 El comentario que sigue refleja la reputación que tenía el régimen en el extranjero:





 También pueden ver en la página titulada Artículos 6 ó 7 recortes de periódicos y de libros que demuestran que los calieses que vigilaban las embajadas tenían la orden permanente de disparar a matar a todo el que tratara de buscar asilo en las embajadas. Aunque es información relevante y muy pertinente al tema de esta página, no copié aquí esos recortes para no ser repetitiva.

Este es un recorte de una carta enviada por la Cámara de Diputados de Brasil a su Presidente haciendo un recuento de los gastos necesarios para el mantenimiento de los asilados ya en Brasil. Noten que en la parte subrayada dice que contando a los 13 asilados de la embajada del Ecuador en RD cuya custodia la embajada de Brasil asumio en mayo de 1960, el número de asilados en la embajada de Brasil en Ciudad Truillo llegó a 41 personas. 





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Las falsas embajadas



Escudo auténtico de la embajada de Argentina en Ciudad Trujillo


Ya estando en Estados Unidos, mi madre me contó un par de veces que cuando un país rompía relaciones diplomáticas con el régimen trujillista, a menudo el régimen le dejaba (o le colocaba) el escudo y la bandera del país a la residencia donde había estado la sede diplomática. De esta forma, cuando antitrujillistas se “asilaban” en esas viviendas/oficinas creyendo que todavía eran embajadas, cuando entraban lo que encontraban era calieses esperando a sus víctimas. La prensa del régimen no publicaba nada sobre el rompimiento de relaciones con equis país por varios días o semanas para usar la sede como trampa mortal. Esa era una de las razones por las que era tan importante escuchar clandestinamente las estaciones de radio de otros países. No sé si esto era algo que mi madre sabía desde que vivíamos en Santo Domingo o si fue algo que le contaron sus hermanas o amigas que nos visitaban después de la caída del régimen.

Hace unos años leí un caso de un joven que se fue a asilar a la embajada de Cuba a finales de los cincuentas, supongo que sería en 1959. El artículo fue escrito por su amigo y éste comentaba que cuando vieron que su vida corría peligro o cuando lo soltaron de la cárcel como preso político (no recuerdo las circunstancias), él acompañó a su amigo hasta un par de cuadras antes de llegar a la embajada de Cuba. Luego, su amigo siguió caminando hacia la embajada mientras el autor del artículo lo observaba disimuladamente desde detrás de una pared esquinera. Vio cuando su amigo entró a la embajada de Cuba sin ningún problema. Ese amigo escribió en el artículo que más nunca supieron del "asilado" hasta nuestros días. Si algún día encuentro el artículo de nuevo o el nombre del desaparecido, lo copiaré en esta página.

Cuando leí sobre este caso, no asocié las dos cosas. Después me acordé de lo que me había comentado mi madre. Como dice el artículo más abajo, a finales de los cincuentas Cuba rompió relaciones con el régimen. Yo sospecho que su amigo pudo haber caído en la trampa y que cuando entró en la "embajada", los calieses lo atraparon para luego desaparecerlo en una mazmorra. De lo contrario, ¿cómo se explica que desde ese momento en que entró en la embajada cubana no se ha sabido nada de él durante más de 50 años?

En 1959 Cuba rompió relaciones diplomáticas con el régimen. Luego, a mediados de 1960, rompieron relaciones con RD los siguientes países: Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador, además de Venezuela por segunda vez. Finalmente, a mediados de Agosto de 1960, por acuerdo multilateral en la Reunión de Cancilleres en San José, Costa Rica, todos los demás países del hemisferio (excepto Canadá) rompieron relaciones diplomáticas con República Dominicana.

Recientemente (en junio de 2016) obtuve una confirmación por parte del ingeniero e historiador José Israel Cuello en el programa Revista 110 de Julito Hazím (Ver en YouTube Cuello relata destino de combatientes 14 de junio - hora:1, minuto:15, segundo:25) cuando comentó sobre las sanciones de la Reunion de Cancilleres en Agosto de 1960: "Se ordena romper las relaciones de todos los países con la República Dominicana, entonces dejan las embajadas practicamente abandonadas, pero adentro calieses esperándolos y entonces se producen centenares de asilos en esas embajadas y que los recogen y los matan."

(https://www.youtube.com/watch?v=OLh9rC1Ywe0)

También había leído un artículo que brevemente comentó precisamente eso que me contó mi madre: Que les dejaban o que les ponían la bandera y el escudo al inmueble cuando ya equis país había roto relaciones diplomáticas con el fin de usar la ex embajada como una trampa. No tomé nota del título ni del periódico en que se publicaron esos dos artículos porque en esos años yo ni soñaba con crear un portal sobre Trujillo y las embajadas y el sangriento atropello a mi familia. 
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Embajada de México
 

Cuando le conté a mi hermano Ricardo que yo estaba buscando más información y detalles después de que escribí mi relato sobre nuestro caso, mi hermano Ricardo me contó que mi padre había escogido a dos embajadas para asilarnos, no solamente la de Brasil. Me contó que nosotros primero pasamos frente a la embajada de México con la idea de asilarnos en esa, pero se dieron cuenta de que las puertas o el portón estaba cerrado y que entonces continuamos hacia la embajada de Brasil. Como yo era una niña y ni siquiera sabía yo en qué parte de la ciudad nos encontrábamos, ni sabía de los planes en detalle, yo no me di cuenta de que habíamos pasado por la embajada de México con el fin de asilarnos y por eso no lo comenté en mi relato (La violación a la embajada de Brasil).

Cuando encontré los siguientes artículos sobre el caso del joven Gilberto Pérez Jiménez, quien resultó herido de balas por los calieses al tratar de asilarse en la embajada de México el 4 de julio, 1960 (tres días antes de que nosotros nos asiláramos), pensé que esa sería posiblemente la razón por la que nosotros encontramos el portón de esa embajada cerrado. Por cierto, éstos y otros artículos señalan que el joven Gilberto apenas se acercó a la entrada de la embajada y tocó el timbre y que sólo por esto, sin ser agredidos, los esbirros le dispararon. Los artículos informan que funcionarios de la embajada mexicana salieron a defender al joven herido (tal como lo hicieron los funcionarios brasileños en el caso de mi familia) y que exigieron que lo llevaran a un hospital. Otra noticia indica que hubo gran indignación entre sectores sociales de México los cuales exigieron un rompimiento de relaciones con la dictadura. Posiblemente al joven Gilberto no lo eliminaron en el hospital (una de las prácticas de la dictadura, tal como lo intentaron con Eugenio Cabral) por esas fuertes presiones de parte de la prensa, los sindicatos y el congreso de México, por la posición firme de la embajada mexicana y por el hecho de que se estaba preparando una reunión de cancilleres para juzgar al régimen trujillista e imponerle sanciones por el atentado contra Rómulo Betancourt.






Noten en el siguiente artículo de la UPI que Gilberto Pérez Jiménez fue herido justo cuando un agregado de la embajada le estaba abriendo la puerta para darle asilo. Dice, además, que el joven recibió primeros auxilios dentro de la embajada y luego, por exigencia de la embajada, el herido fue llevado a un hospital bajo la protección de la embajda mexicana.









Embajada de México atacada varias veces por turbas
           

Resulta obvio que, por algún motivo sin lógica o por alguna razón oculta, Trujillo también se obsesionó con la embajada de México en Ciudad Trujillo en los meses de julio y agosto de 1960 hasta el momento en que, al igual que otras embajadas latinoamericanas, la embajada mexicana cerró sus puertas debido al rompimiento de relaciones con el régimen de Trujillo acordado en la Reunión de Cancilleres en San José, Costa Rica a mediados de agosto de 1960 por el atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt. Antes de ese rompimiento, la embajada de México en la capital dominicana fue objeto de varios ataques de turbas del régimen y de violentos intentos de “asilo en masa” de supuestos “antitrujillistas”, pero que resultaron ser nada menos que paleros del régimen. Las turbas rompieron ventanas, hirieron a un par de funcionarios mexicanos y hasta penetraron a la fuerza en la sede diplomática para sembrar el caos y el terror. Luego, las autoridades dominicanas llegaban, siempre demasiado tarde, a controlar la violenta situación que el mismo régimen había creado.

Tal como lo señalan algunos investigadores, es probable que estos ataques de las turbas tuvieran el propósito de obligar a la embajada a exigir la presencia de guardias en sus inmediaciones para protegerse de las turbas. Debido al asalto a la embajada de Brasil el 7 de julio de 1960, las sedes diplomáticas en el país exigieron que les retiraran los agentes secretos y cualquier personal uniformado de sus inmediaciones puesto que el único propósito de los agentes paramilitares y militares era interceptar violentamente a los dominicanos que recurrían a dichas sedes en busca de asilo. El régimen se habia visto obligado a ceder a esta exigencia para no empeorar su situacion ya que el 18 de Agosto se iba a celebrar la reunion de cancilleres en que se iba a decider si imponerle sanciones económicas y diplomáticas al régimen o no. Con la acción de estas turbas, la dictadura obligaba a la embajada a solicitar desesperadamente a los agentes armados que antes había rechazado, poniendo así a los diplomáticos mexicanos en una posición paradójica, ridícula y humillante. A continuación pueden apreciar algunos artículos sobre estos peligrosos ataques.
 



  




  
 El siguiente ataque fue anterior, ocurrió días antes del 28 de julio, 1960:




  
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Los pasaportes expedidos a los asilados llevaban un lema que marcaba al asilado como "activista comunista" para crearle problemas en el exterior. De esta forma quedaba marcado como "coumunista" todo el que tuvo que buscar asilo cuando su vida corría peligro ya sea porque tuvo el valor de resistir las presiones del régimen (a entregarle sus tierras, su hija, su negocio), porque era pariente cercano de un antitrujillista o sospechoso de ser crítico del régimen, los que no quisieron colaborar o los que eran definitivamente antitrujilistas, aunque ninguno fuese comunista. Con esa etiqueta en el pasaporte el desterrado también tenía que sufrir las complicaciones y las limitaciones que tal categoría le imponía en medio de las tensiones, prejuicios y persecuciones de la Guerra Fría.



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La embajada de México en Ciudad Trujillo tenía muy honorables antecedentes de valiente protección a los numerosos perseguidos políticos del trujillato desde la década de 1930. Creo que a los interesados en el tema del asilo político durante la dictadura trujillista y el tema del asilo político en Latinoamérica en general les es imprescindible descargar y leer el siguiente estudio sobre la relación de la Embajada de México y el régimen trujillista durante las décadas de los cuarentas y cincuentas.

La siguiente es la mejor documentación que he encontrado sobre la tensa relación entre la dictadura de Trujillo y esta sede diplomática, la cual siempre mantuvo sus puertas abiertas a los verdaderos perseguidos politicos. La única razón por la que no reproduzco aquí secciones de este importante estudio es que para hacerle verdadera justicia al contenido, habría que copiarlo por completo, el cual es demasiado largo. Pueden descargar sin costo alguno el pdf de este interesantísimo documento titulado:


Dos hombres a carta cabal: el embajador José de J. Núñez y Domínguez y el secretario José Alabarda Ortega en República Dominicana durante la dictadura.

Hilda Vázquez Medina
Facultad de Filosofía y Letras
UNAM, Mex.DF





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Embajada de Argentina


Los siguientes párrafos y las fotos provienen de la página de recuerdos de María Magdalena Escobar, hija del embajador argentino en Ciudad Trujillo en 1960, el Dr. Enrique Escobar Cello. La hija del embajador de Argentina ha tenido la gentileza de compartir sus valiosos recuerdos y sus fotos en su portal, ayudando con esto a documentar la odisea de los que se resistieron o lucharon en contra de la dictadura.





  

  

   

Pueden ver en YouTube unas nueve fotos más de varios de los 50 y tanto asilados que habían encontrado refugio en la embajada de Argentina: https://www.youtube.com/watch?v=PndBUGFiPro

Los recuerdos de María Magdalena (China) Escobar, hija del embajador de Argentina en nuestro país en 1960, se encuentran en el siguiente portal: http://chinaescobar2.blogspot.com/ 

En otro portal, María Magdalena Escobar, hija de ese valiente diplomático argentino y de doña Elsa, su señora esposa, quienes les salvaron la vida a decenas de dominicanos, comenta lo siguiente:

"En 1960,mi padre, el Dr. Enrique Escobar Cello fue Embajador Argentino en República Dominicana, con mi madre, y el Dr. Read, escondido en el baúl del auto, curamos y atendimos las terribles heridas de 50 asilados, heridas de torturas. Entre ellos, Sina Cabral Mejia, Rafael Gomez Pérez, Abel Rodriguez del Orbe, José Frank y muchos mas que no recuerdo el nombre, unos estaban en la Residencia y el resto en Cancillería Argentina, a mis 20 años fui con un joven argentino casa por casa, a buscar dinero y cartas de sus familiares.

La OEA habia roto relaciones asi y todo pudimos mandarlos a nuestro País en busca de la LIBERTAD, muchos de ellos nos esperaron en Ezeiza con gran cariño, dado que hasta la comida les era servida por mi madre y yo, el Servicio de inteligencia, los esperaba al servicio doméstico, todos los días, nos ponían micrófonos y tenían prohibido atenderlos, tenían terror. Pasamos momentos muy difíciles que le costaron la salud de mi padre.

Nunca tuvimos la satisfacción de un reconocimiento de ese querido país, no importa Dios sabe que hicimos todo para que estén bien y vuelen a un pais grande en ese momento cuando vivíamos una verdadera democracia."

(Fin de la cita)


Estos asilados se habían metido desesperados en la embajada después de salir de los centros de tortura cuando la dictadura los soltó (temporalmente) por presiones de la OEA y la comunidad internacional. Sabían que la costumbre era "desaparecer" a los presos políticos después de que los "liberaban" (para lavarse las manos) y por eso buscaban asilo en las embajadas.

Hasta hoy, el antitrujillismo y el pueblo dominicano en general están endeudados con el embajador de Argentina, Dr. Enrique Escobar Cello, y su familia por las decenas de vidas que salvaron poniendo sus propias vidas en riesgo. Desde esta página le rendimos nuestro tributo y agradecimiento a la solidaria familia Escobar por todo lo hizo en esos difíciles días de nuestra lucha por la liberación del pueblo dominicano.
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Sina Cabral recuerda: 
1960, o la embajada argentina jugándosela


El día 9 de agosto en la mañana recibimos la orden de recoger nuestras pertenencias para llevarnos a nuestras casas. Tan pronto llegué a Salcedo a través de mi amiga del alma, la única que me visitó en La Victoria, Altagracia Gil, hice contacto con el grupo del cual formaban parte Yolanda Bloise de Brito, René Sánchez Córdoba y Rubén Echevarría.

Por otra parte, Salvador Sturla contactó al Primer Secretario de la Embajada de México, para que me recibiera en calidad de asilada política.

Ya realizados los contactos, comuniqué a mis padres mi decisión, la noche anterior a realizar mi asilamiento, asegurándoles (que) no correría ningún peligro, pues serían dos los vehículos que participarían, y los compañeros estarían armados. Aunque no era cierto, la versión los tranquilizó. Estaba decidida, y prefería (que) me mataran en el jardín de la Embajada, como ya había sucedido a otros, antes que permanecer indefensa, sujeta a los caprichos de una fiera agonizante. Nunca olvidaré el sollozo de mi padre, en su abrazo de despedida, sin saber cuándo volveríamos a vernos, si era que el asilamiento resultaba exitoso.

A las 6.00 AM se iniciaba la vigilancia de mi casa, lo que hacía necesario salir de madrugada, así lo combiné con el chofer que viajaba a Santo Domingo, miembro no conocido del movimiento, quien de inmediato accedió a cambiar la hora de salida. Mi mamá viajó conmigo. Quedó donde unos parientes, y a Polo, que así se llamaba el chofer, para no comprometerlo, acordamos (que) dijera (que) me dejó en la iglesia del Carmen. En realidad me desomonté en la residencia de Yolanda Bloise, donde ya me esperaban los compañeros mencionados anteriormente. Me informaron (que) el asilamiento, por razones de seguridad, debería realizarse en la Embajada Argentina, donde ya otros compañeros lo habían hecho. Leí una página de la Biblia que Yolanda me señaló, y de inmediato me fui con ellos. Me señalaron la casa "en la Pedro Henríquez Ureña" (sic), y me dejaron a una cuadra de distancia, de la puerta de la verja, que era baja. Nos intranquilizó un cepillo en vía contraria, lo que provocó que yo entrara al jardín de la casa vecina equivocadamente, y que ellos casi chocaran el carro en que regresaban del supermercado la Embajadora y su hija. Al darme cuenta de mi equivocación, ya estaba dispuesta a saltar el seto vivo que separaba ambas residencias, pero al ver al cepillo seguir su camino, salí a la acera y toqué normalmente a la puerta de la embajada. Pregunté por el Embajador o por su esposa, no estaban y me pidieron que esperara, al momentito, muy sonriente y amable, pero algo nerviosa, porque unos locos habían estado a punto de chocarlas, hizo su aparición Doña Elsa Escobar Cello. Yo esperaba sentada en el vestíbulo fumando un cigarrillo, vicio al que me introdujo María Teresa en La Victoria, y que fue motivo de muchas bromas.

Al manifestarse el motivo de mi presencia, se comunicó de inmediato con su Cancillería, y rápidamente estuvo con nosotras el primer Secretario de la Embajada, el Señor Sierra.
Me procuraron un ejemplar del libro Complot Develado (escrito en la 40 por Fefé Valera Benítez) donde los anteriores asilados habían subrayado las fotos de las personas que a juicio de ellos corrían mayor peligro de muerte, entre ellas estaba yo.


A la sazón ya era inminente la celebración de la Quinta conferencia de Cancilleres en Costa Rica, donde se juzgaría la paternidad de Trujillo del frustrado atentado contra la vida del presidente constitucional de Venezuela Rómulo "Bethancourt" (sic). Ante la inminendia de las sanciones diplomáticas y económicas al régimen, el Embajador Don Enrique Escobar Cello, me llamó aparte y me explicó (que) si la ruptura de relaciones diplomáticas se producía antes de nuestra salida hacia su país (que) nosotros quedaríamos desprotegidos, ya que únicamente ellos y su personal conservarían la inmunidad. Me preguntó si contaba con alguien que me escondiera en el caso de que a ellos los conminaran a salir, y yo le contesté que no, haciéndole notar que había otras cosas peores que la muerte, a lo que él me aseguró que nunca me abandonaría. Mi agradecimiento a tan responsable diplomático y a toda su familia será eterno.

Los embajadores y su hija me acogieron como a un miembro más de su familia. Podía salir al patio a jugar con su perrita, después de retirado el servicio doméstico. Un día en que departíamos en la sala, voces alteradas de personas nos hicieron tirarnos al piso. Era el grupo de los Valera Benítez, Hugo Toyos y su esposa Queyita Santos en busca de protección diplomática. Luego llegó José Frank Tapia después de sufrir un vía crucis de irresponsabilidad, luego Evangelina Leroux.

Vehículos de la Embajada Argentina nos escoltaron hasta la Cancillería, en busca de nuestos pasaportes. Allí fuimos contemplados por los empleados como extraterrestres.

El día 26 de agosto, escoltados también por vehículos de la legación diplomática, nos dirigimos al aerpuerto de Punta Caicedo, yo bajo la vigilancia permanente del Señor Sierra, Primer Secretario de la Embajada, con instrucciones del Embajador de no tomar ni agua en el aeropuerto y no separarse bajo ningún concepto de mí hasta que no estuviera en el asiento en el avión. Viajamos por la línea aérea Varig, de la cual en ese momento era funcionario -Papy- Rodríguez Villeta, quien me imagino sufrió un mundo viéndonos escapar del tirano.

Tomasina Cabral Mejía (Sina Cabral).

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Tomasina Cabral Mejía
“No le di ni una sola lágrima a la tiranía”

Con el poco aliento que les quedaba tras una tanda de torturas en la cárcel de La 40, los hombres del movimiento 14 de Junio bajaron la cabeza para no ver a aquella mujer tan valiente y forjadora de ideales patrióticos con su dignidad en el suelo.
A la ingeniera Tomasina (Sina) Cabral, que había caído en las redadas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de Trujillo a la una de la madrugada del 20 de enero de 1960, la estaban interrogando totalmente desnuda en la sala de tortura, frente a sus compañeros de ideales.
Era un tenebroso cuarto en el que el mueble principal lo constituía una silla eléctrica y los accesorios eran una picana eléctrica, un garrote, unos cuchillos para sacar uñas y un látigo de alambres.
Cándido Faustino Pérez anotó sus generales de ley y Tunty Sánchez le dio de inmediato un “jalón” de cabello, amenazándola con que todos los militares la iban a violar si no hablaba. En seguida el coronel Candito Torres, que creó fama de cruel torturador, le pidió que se quitara la ropa y al negarse procedió a desgarrarla.
“Él gozaba haciendo eso. ¡Era una bestia! quería rebajarme en mi dignidad para con evidente placer aplicarme la picana eléctrica en los senos y luego en el vientre; era un corrientazo y también quemaba la piel. Hicieron cínicos comentarios sobre mi figura. Tavito Balcácer me vació una pluma de fuente sobre mi cuerpo salpicando a César Báez, quien protestó.
La rabia y la indignación que sentía eran tan grandes que si me hubieran matado no me habría importado”.
Doña Sina Cabral, a sus 74 años no repara en contar su historia porque ya se siente liberada, aunque con el compromiso de decir a las nuevas generaciones cuán peligrosa y despiadada es una dictadura.
(Hasta aquí la cita)

Pueden leer el artículo completo en el Listin Diario:

http://www.listindiario.com/la-republica/2010/5/10/141402/No-le-di-ni-una-sola-lagrima-a-la-tirania

También pueden leer otro artículo sobre este episodio en hoy.com.do:

http://hoy.com.do/actitud-desafiante-de-sina-cabral-infundio-aliento-a-jovenes-presos/

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EVANGELINA LEROUX: Miembro del 14 de Junio, exiliada en Argentina en 1960

Evangelina Leroux, su hermana Magaly y sus padres, don Pedro y doña Silvia fueron muy buenos amigos de mi familia (Abreu Piña) desde que eran vecinos en Puerto Plata cuando mis padres vivían allá, ciudad donde yo nací en noviembre de 1948. Su padre, don Pedro, tenía una fábrica industrial de hielo, tengo entendido que era la única en el país cuando él la fundó. Don Pedro tuvo unos 8 ó 9 hijos. La madre de Evangelina sufría de una enfermedad mental crónica y finalmente tuvo que ser hospitalizada permanentemente. Evangelina y Magaly nos visitaban cuando nosotros vivíamos  en la capital. Evangelina era estudiante de ingeniería pero no sé si llegó a graduarse.
Cuando mi madre y mis hermanos estaban en el hospital Gautier recuperándose de las heridas sufridas en la embajada de Brasil, Evangelina fue de las tres o cuatro personas (aparte de mis tías) que se atrevieron a ir a visitarlos al hospital. Creo que lo hizo más de una vez, pero ahora mi madre no recuerda cuantas veces. Para entonces, tengo entendido que su hermana Magaly ya se había mudado a Puerto Rico cuando se casó con un puertorriqueño. Aunque el policía sentado a un lado de la puerta de la sala del hospital no dejaba a los familiares y amigos pasar, los pocos visitantes que fueron se paraban afuera de la sala para saludar a mi madre y pasar varios minutos dándole apoyo desde la distancia. Esta posibilidad de visitarlos en el hospital no fue una concesión gratuita de la dictadura. El embajador brasileño tuvo que exigirles que dejaran a los familiares y amigos cercanos ir a verlos en el hospital puesto que al principio no permitían que nadie los visitara, yo incluida. Yo sólo tuve una oportunidad de ver a mi madre en el hospital.

El apodo con que tratábamos a Evangelina era Nini. Ella era una persona muy dulce y simpática y esto la ayudaría poco después cuando ella se fue a asilar en la embajada de Argentina. Tocó la casualidad de que el policía asignado que estaba sentado al lado de la puerta de la sala en que estaba mi madre hospitalizada después resultó ser el mismo que estaba "resguardando" el frente de la embajada de Argentina (es de suponerse que vestido de civil, como todos) el día en que Evangelina fue a asilarse. Ellos se reconocieron, Evangelina aprovechó el rapport que se había establecido entre los dos, conversó con él, le explicó que ella iba a hacer unas diligencias en la embajada (creo que a dejar unos documentos) y él la dejó pasar sin ningún problema. Así, por suerte, pudo asilarse sin sufrir ninguna agresión. Estoy segura de que la personalidad dulce y apacible de Evangelina la ayudó mucho en ese momento.


Estando nosotros en Brasil, cada vez que llegaba o que pasaba por Río un avión proveniente de Santo Domingo, muchos asilados iban al aeropuerto a recibir o a saludar a los exiliados que llegaban o que estaban en tránsito hacia Argentina, tal como hicieron con nosotros cuando llegamos a Río. Los que iban a recibirlos en el aeropuerto trataban de obtener los nombres de los asilados que habían podido salir de la isla y después leían las listas en voz alta con mucha emoción en el hotel Argentina frente a los demás asilados hospedados allí. Cuando mi madre oyó en el hotel en Río que en un avión iba Evangelina Leroux rumbo a Buenos Aires como asilada, ella se sorprendió mucho porque no sabía que Evangelina estaba metida en la resistencia. Posiblemente mi padre lo sabía, pero él nunca le daba nombres ni detalles a mi madre.
La anécdota sobre el policía se la contó Evangelina años después a mis tías y a mi madre en una de sus visitas a República Dominicana muchos años después de la caída de la dictadura. Evangelina Leroux murió del corazón en la década de los ochentas. 


Evangelina Leroux, Abel Rodríguez y Sina Cabral en Buenos Aires


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Embajada de Cuba



    
En un régimen como el de Trujillo, el más totalitario del continente, creer que este ataque por esta turba fue una acción autónoma, supuestamente organizada por un grupo de exiliados cubanos sin la aprobación, la cooperación y probable iniciativa del régimen sería poner de manifiesto una ingenuidad excepcional. Inclusive, no sería de extrañar que la tal turba que la prensa trujillista identificó como "cubanos" estuviera compuesta principalmente por paleros dominicanos.





   




Los sucesos de Ciudad Trujillo en 1959

Febrero 1, 2012

(Cuba en Sucesión. Criterios y Opiniones)

http://manchiviri.blogspot.com/2012/02/los-sucesos-de-ciudad-trujillo-en-1959.html

(A continuación un extracto)


La famosa emisora radial cubana “Radio Reloj”, transmitía la noticia de la agresión sufrida por los diplomáticos cubanos. Eso ocurría, en el intervalo de tiempo entre la agresión mañanera y el regreso a la casa de la Embajada cubana. Radio Reloj informaba que los diplomáticos se encontraban bien.

Al escuchar la noticia, Gloria Amelia decide llamar por teléfono a Ciudad Trujillo. Logra hablar con Riva Patterson, que le dice que se dirija hacia el Ministerio de Relaciones Exteriores en compañía de su hermano Armando y que le diga al Ministro Agramonte que tienen que regresar los cuatro. Que resultaba imposible la permanencia en Santo Domingo. Esta comunicación telefónica sucede minutos antes de comenzar el asalto a la Embajada.

No bien se retiró el Embajador del Perú se produjo un silencio extraño. Los ruidos de la calle desaparecieron, cesó el tráfico.

Riva Patterson y Ricardo Suárez salieron a la terraza. Uno de ellos se asomó al balcón. Enseguida, alarmado, llamó a su compañero: “Mario, asómate a aquí, han retirado a los policías”.

Era un indicio sospechoso. Ambos se dirigieron al saloncito de la planta alta. Allí se encontraba Díaz del Real. Pocos momentos después oyeron motores de guaguas y camiones, acompañado de una gritería ensordecedora.

En ese instante, se confirmaron los recelos. En la calle se alzó un rumor de gritos e injurias. Eran aproximadamente 150 personas lanzando piedras sobre la fachada de la sede diplomática. Los cristales de las ventanas saltaron hecho añicos. Una turba frenética se lanzaba al asalto de la Embajada, a los gritos de: “Abajo el asesino Fidel Castro” y vivas a Batista y al Generalísimo Trujillo.

Todas las puertas exteriores de la casa tenían grandes rejas de hierro que, por precaución, se encontraban perfectamente cerradas. Julio Cruz, el más joven de los cuatro, muy indignado, quería salir.

“Tranquilo”, le dijeron. “Que sabes tú de una turba sin control?”. “Déjalos que griten mientras solo hagan eso”.

Pero no era eso lo que se proponían los furibundos esbirros batistianos.

A prudente distancia se apostaron centenares de curiosos para disfrutar del espectáculo.

La puerta de la Embajada resistió la primera acometida. Surgieron entonces patas de cabra y mandarrias. La puerta se vino abajo. Seguidamente, la turba corrió desenfrenadamente por jardines y portales.

Afortunadamente, los cuatro diplomáticos se encontraban en el interior de la casa. Pronto llegaron a la conclusión de que los asaltantes podían entrar desde cualquier dirección y de común acuerdo subieron, a todo lo que le daban las piernas, al piso superior de la casa.

Julio Cruz, empuñando su pistola, se disponía a disparar contra uno de los asaltantes que casi tenía derribada la puerta de entrada, pero entre Díaz del Real y Riva Patterson le contuvieron, diciéndole (tal vez pensando que los asaltantes solo se dedicarían a destruir) que aun no había llegado el momento.

Batistianos y trujillistas se extendieron por toda la planta baja, emprendiéndola con los muebles y las tapicerías. De pasada echaban mano a cuanto objeto de valor encontraban a su paso.

“Están arriba, vamos a cogerlos”, gritó uno de ellos.

Los diplomáticos se refugiaron en el último cuarto. La planta alta tenía una terraza al frente, un salón donde había un radio, sofás y butacas. Un corredor largo al cual daban las habitaciones y al final una habitación más grande, con baño, que era la utilizada por Riva Patterson.

Entre la habitación y el corredor, estaba ubicado un pantry con un refrigerador. Para llegar a esa habitación, debían atravesarse dos puertas. Si las puertas permanecían abiertas, se veía todo el corredor.

Entraron corriendo y cerrando, a su paso, ambas puertas, mientras escuchaban los gritos y los destrozos que causaban en la planta baja. Sintieron los pasos cuando los asaltantes comenzaron a subir la escalera.

Julio y Ricardo miraban, por las ventanas que daban al fondo. Comprobaban si desde esa dirección podían ser atacados.

Mientras tanto Riva Patterson y Díaz del Real empujaban un escaparate contra la puerta de la habitación. Todavía tenían esperanza de que aquella turba se contentara con destrozar la casa.

Al frente de la turba marchaban tres de los peores esbirros del marzato: Ventura Novo, Conrado Carratalá y Lutgardo Martín Pérez.

Segundos más tarde, los diplomáticos, ahora sitiados, sentían como derribaban la primera puerta. Cuando Díaz del Real y Riva Patterson intentaban bloquear la segunda puerta, una ráfaga de ametralladora pasa entre ambos, haciendo saltar pedazos de gavetas y puertas del escaparate que cayó al suelo. Las balas se incrustan en la pared del fondo. La segunda puerta cedió a golpes.

Las balas llegaban silbando, desde la calle, a través de una ventana lateral.

Suponían, tal vez, que los diplomáticos se encontraban desarmados. Escucharon la voz de Ventura diciéndole a uno de los asaltantes que entrara por el hueco en que se había convertido la última puerta. Sonó el disparo inconfundible de un revólver 38. Era un tiro imposible de fallar. Le habían acertado en la frente.

El asaltante muerto quedó atravesado en lo que había sido la puerta del cuarto.

La turba arremolinada en el corredor, ahora corría hacia atrás, en dirección a Carratalá, que se había quedado "rezagado". Algunos entraron en las habitaciones colindantes, efectuando disparos hacia la habitación.

Como quiera que la puerta se encontraba medio destruida, desde el corredor y la sala los asaltantes divisaban parte de la habitación de los sitiados, los cuales se habían refugiado dentro del baño.

Éste era el lugar que más seguridad les ofrecía, dado a que su posición (dentro del cuarto) hacía un ángulo recto en relación a la puerta de entrada. En contraposición, no tenían visibilidad hacia el corredor. Uno de los sitiados permaneció vigilando la puerta de entrada.

Los asaltantes intentaron varias veces irrumpir, pero uno o dos disparos les bajaron los ánimos. La situación se estabilizó por un tiempo.

La habitación era amplia, era casi un salón. Situada en una de las mesas de noche, se encontraba un teléfono directo. Por supuesto que aquella casualidad no había sido planificada, ni mucho menos, pero resultó ser de incalculable valor para los sitiados. Las comunicaciones servirían para que en el exterior de la Embajada conocieran que aun estaban con vida.

La turba, mientras tanto, se dedicaba a destruir la casa. Buscaban, por el jardín, la forma de atacar la habitación. Si los asaltantes lograban entrar, eran hombres muertos. La única esperanza era mantenerlos a raya con las pocas balas que les quedaban.

Díaz del Real tenía un machete en la mano. Nadie sabía de dónde había salido, ni nadie le preguntó. Supusieron que fuese algún adorno. Blandiendo el machete dijo: "Para cuando se acaben las balas".

"No creo que te sirva de mucho", le dijo Riva Patterson. Ambos se miraron unos instantes.

"Sabes que estás pálido como un muerto?", le preguntó.

"Te imaginas que tu luces muy bien?", ripostó Riva Patterson.

"Hasta tienes peste a muerto".

No hubo risas, pero la tensión se calmó un poco. El más calmado de todos era Ricardo Suárez. Julio Cruz se movía, por el baño, como una fiera enjaulada.

Sonó el teléfono. Increíblemente funcionaba. "Ve al teléfono", le dijo Díaz del Real a Riva Patterson. "Tú conoces mucha gente aquí. Es posible que puedas pedir ayuda".

El problema consistía en que, para llegar al teléfono tenían que pasar por delante de la puerta, con muerto y todo incluido.

"Coge impulso", dijo Ricardo Suárez. "Cuando vayas a pasar, yo disparo hacia el corredor".

Esta maniobra suponía que dos de los sitiados debían salir del baño. Uno para el teléfono y el otro mantenerse de guardia, para evitar la irrupción de los asaltantes dentro de la habitación, al percatarse de que uno de los sitiados se encontraba distanciado del resto.

Apoyando un pie en el borde de la bañadera y mientras Ricardo disparaba dos veces hacia el corredor, pasó por delante de la puerta yendo a estrellarse contra la pared, al lado mismo del teléfono. Varios disparos, de los asaltantes, fueron a parar a la pared del fondo.

Ahora, tirado en el suelo, se tapaba con el colchón de la cama, en vano intento de protegerse de las balas enemigas. Levantó el auricular. Era una llamada del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba que, enterados por los cables, de los sucesos de la mañana, preguntaban por los pormenores de lo ocurrido.

Nunca llegaron a precisar cuántas llamadas fueron realizadas o recibidas, pero todo indica que la llamada inicial la realizó su tío Enrique Patterson, en su calidad de segundo introductor de embajadores en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Seguramente seguía órdenes del Ministro Agramonte, alertado por Gloria y Armando.

Las duras frases que Gloria escucha pronunciar a Enrique Patterson (un hombre con mucha experiencia diplomática) hace comprender a Gloria que la situación es sumamente grave.

Todavía, a esas alturas, no sabía que los cuatro hombres se encontraban bajo fuego. Entonces, le pasan el teléfono para que hable con su marido.

"Tu regresas mañana?", le preguntó.

"Haré todo lo posible. Reza por mi", contestó Riva Patterson.

Su marido no había sido jamás religioso practicante, ni utilizaba esos términos habitualmente. Gloria intuyó el peligro. Los hijos del matrimonio rezaron toda la noche, hasta quedar dormidos.

La segunda llamada fue realizada a la policía. Del otro lado, respondió una voz burlona: "Ya vamos para allá´".

Solo doscientos metros separaba la estación de policía más próxima de la casa de la Embajada. Tenían que estar oyendo el estruendo de las armas. La gente corría en todas direcciones. Ya llevaban más de una hora sitiados y la policía brillaba por su ausencia.

La llamada a la Embajada del Perú tampoco surtió efecto. Varela no estaba. A los encargados de negocios de México y Venezuela les pidieron, por favor, que se dirigieran al Ministerio de Relaciones Exteriores o a donde fuera. Necesitaban ayuda urgentemente.

Llamó al Embajador de España, Sr. Sánchez Bella, que se quedó estupefacto:

"Si quiere ver como asesinan a cuatro hombres, venga a la Embajada de Cuba", le dijo.

 
Columnas de humo comenzaba a penetrar dentro del “baño-refugio” de los sitiados. Toda la ciudad sabía lo que estaba ocurriendo desde hacía dos horas. Al parecer, la policía había decidido presentarse solamente para realizar el levantamiento de los cadáveres.

La algarabía comenzó a disminuir paulatinamente, hasta que se hizo silencio.

Esta agresión provocó el propio día, una nota de protesta de la Cancillería cubana: «Hechos incalificables como este –se denunciaba– empeoran aún más las relaciones existentes entre Cuba y República Dominicana». (Nota de la Cancillería cubana a Vicioso, del 5 de junio de 1959. AGN, fondo Presidencia, Embadom Cuba).

Lejos de tomarse represalias por parte de las autoridades revolucionarias de la isla, […] el comandante Camilo Cienfuegos, Jefe del Esta­do Mayor del Ejército Rebelde y el Capitán Armando Torres y Meso­nes, reiteraron las garantías ofrecidas por Fidel Castro […]. Es de opinión que no se producirán actos violentos contra los diplomáticos dominicanos, pero ha impartido órdenes de estrechar la vigilancia. (Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, carta del 6 de junio de 1959. AGN, fondo Presidencia, Embadom Cuba).

Riva Patterson, desde su posición al lado del teléfono, vio en el balcón a un raro sujeto de chaqueta roja. "Quién es usted?", preguntó. "Soy bombero, abajo están ardiendo los muebles".

Con mucha precaución, los cuatro diplomáticos comenzaron a bajar las escaleras.

Por fin, a las dos horas justas de haber comenzado el ataque, apareció la policía. Miraban incrédulos a los cuatro cubanos. Era imposible que estuvieran vivos después del ataque de tan connotados especialistas batistianos y con un margen de tiempo más que generoso.

En las afueras de la casa se habían concentrado tropas del ejército y hasta un vehículo blindado.

Regresaron a la segunda planta y se asomaron al balcón de la terraza, desde donde divisaron a un grupo de soldados. Un oficial se dirigió a ellos:

"Pedimos permiso para pasar", dijo.

Recibió el permiso inmediatamente. Entonces, en un movimiento inusual, el oficial se dirigió a la tropa diciéndoles:

"Fíjense bien que me han autorizado a pasar. Yo voy a pasar porque me están autorizando".

Fue el embajador español el primero que llegó al lugar de los hechos. De estupefacto pasó a colérico:

"Esto es una salvajada", sentenció.

Sánchez Bella era miembro distinguido de La Falange española. Gozaba de gran prestigio en la República Dominicana. Sin embargo, de todas las manifestaciones pronunciadas por el Cuerpo Diplomático, fueron las suyas, las más severas.

Llegaron también, el Embajador de Guatemala, los Encargados de Negocios de México y Venezuela. El Embajador del Perú llegó más tarde. Todos estaban consternados. Riva Patterson y Díaz del Real se dirigieron al Sr. Varela, solicitándole de inmediato una reunión del Cuerpo Diplomático.

Estaban solicitándole algo insólito. La protección de dicho cuerpo.

Unos diplomáticos pidiendo la protección de otros. También era insólita la posición en que se encontraban. La estrategia de los cubanos, era forzar al gobierno dominicano.

El ejército había desalojado a los asaltantes, pero las tropas comenzaban a retirarse. Anochecía. La situación de los cuatro hombres era más que difícil.

Por otra parte, el Encargado de Negocios de Venezuela les comunicaba que las estaciones de radio habían aumentado su volumen de propaganda anti-cubana y que estaban permitiendo hablar a varios exiliados que les llamaban (a los diplomáticos) asesinos, comunistas. Decían que se estaban reuniendo grupos en diferentes zonas de la ciudad.

En vistas de tales circunstancias, el Sr. Varela les propuso que Díaz del Real y Riva Patterson se trasladaran a su casa, ya que ambos debían concurrir a una reunión (convocada por Varela en su calidad de Decano del Cuerpo Diplomático) pero que tenían que ver que hacían con Julio y Ricardo que inexplicablemente, no tenían pasaporte diplomático y por tanto carecían de inmunidad.

Riva Patterson se dirigió al Embajador de Guatemala, pidiéndole que llevase a Julio y Ricardo para su casa. Sorprendido por semejante petición, momentáneamente no supo que responder, murmurando que él no podía conceder asilo sin consultar.

“No, Embajador”, dijo Riva Patterson, “no se trata de asilo, solo de que invite a estos señores a comer a su casa”.

De esa forma, tan poco ortodoxa, quedaban Julio y Ricardo bajo la protección del Embajador de Guatemala, mientras que él y Díaz del Real continuaban bajo la protección del Embajador del Perú.

Ya en la Embajada del Perú, el Sr. Varela les relató que mientras ocurría el asalto a la Embajada cubana, él se había dirigido al Palacio Presidencial y durante más de una hora, como Decano del Cuerpo Diplomático, trató inútilmente de ver a Trujillo para que detuvieran aquella barbaridad.

El ayudante de Trujillo le dijo que el “Generalísimo” se encontraba ocupado y que le había pasado el recado. Que lo recibiría lo más pronto que le fuera posible.

Cada diez minutos se dirigía al oficial, explicándole la situación. Al fin, Trujillo le recibió y lo primero que le dijo fue que ya había ordenado detener el ataque. Que le habían informado que el grupo atacante estaba compuesto por cubanos contrarios al gobierno de Castro y que tan pronto le habían llegado las noticias, ordenó a las fuerzas de seguridad para que intervinieran.

Por último le dijo:

“No se preocupe, los cubanos, por los que usted se interesa, están bien”. “Los refugiados estos, que tenemos aquí, son tan pendejos, que en dos horas no pudieron coger a ninguno”.

La mujer del Embajador Varela, al sentir los primeros disparos, pensó que se trataba de cohetes con los que estaban celebrando alguna cosa. Para ver de qué se trataba, se asomó al jardín de su casa, siendo testigo presencial del asalto. Estuvo ingresada en una clínica, como consecuencia del shock, hasta que los diplomáticos cubanos salieron de la República Dominicana.

Al cabo de cierto tiempo, comenzaron a llegar los Embajadores.

El Embajador de los Estados Unidos, Sr. Farland, regresaba de una pesquería y se presentaba en pull-over (t-shirt) y zapatos tennis. Se disculpó diciendo que al escuchar las noticias no había querido perder tiempo para cambiarse de ropa.

Poco antes de comenzar la reunión, en la casa de la Embajada del Perú, uno de los sirvientes, que conocía a Riva Patterson, le dijo que la radio había dicho que los cuatro diplomáticos cubanos habían muerto. Entonces le condujo a un saloncito donde se encontraba un equipo de radio y allí pudo escuchar que varias turbas recorrían las calles portando carteles y gritando consignas.

Un energúmeno pedía a Trujillo, que autorizara un duelo, entre dos de ellos, cerrando una calle, y dos de los diplomáticos, para ver quiénes eran más guapos (valientes) y otra serie de sandeces por el estilo.

En la reunión, los diplomáticos cubanos plantearon abiertamente que en horas de la mañana habían resultado objeto de una agresión física en medio de la calle y por la tarde había sido asaltada la Embajada, a mano armada.

Pedían del Cuerpo Diplomático lo siguiente: Protección, en vista de que el Gobierno Dominicano era incapaz de ofrecerles garantías.

Esta petición se sustentaba en base a que tan solo 300 metros de distancia mediaban entre la estación de policía más cercana y la casa de la Embajada. Que el ataque había durado más de dos horas y no habían sido capaces de intervenir.

El Embajador del Perú dijo que, la reunión extraordinaria del Cuerpo Diplomático tenía por objeto considerar la solicitud presentada, debido a que se encontraban en peligro de muerte dos diplomáticos pertenecientes a dicho Cuerpo.

Uno de los Embajadores dijo algo relativo a un convenio por el cual no era posible que un diplomático pidiera asilo en otra Embajada.

“Claro que eso no puede estar contemplado en un tratado, porque es un completo absurdo”, dijo Riva Patterson. “Pero también es un absurdo que persigan a tiros a unos diplomáticos, dentro de su propia Embajada y que al final les intenten quemar vivos”.

La reunión se fue complicando, al punto de que los diplomáticos cubanos, que no sin razón se encontraban alterados.

Fue entonces que Riva Patterson exclamó:

“¡Qué tratado, ni que cojones!”

Ante este exabrupto, el Embajador Sr. Pombo, de Argentina, hombre relativamente joven, de barba corta, de esas que se conocen con el nombre de chivo o perilla, se levantó, aproximándose a Riva Patterson y dijo dirigiéndose a los allí reunidos:

“Vamos a descansar un momento, mientras yo hablo con el colega cubano”.

“Ven conmigo. Vamos a beber algo, a la cocina, para refrescarnos”.

Dirigiéndose ambos a la cocina, continuó diciendo: “No te preocupes colega, ya comprendo cómo te sientes, pero, para que estés tranquilo che, quiero decirte que cualquier cosa que acuerden esta partida de boludos, tu duermes esta noche en mi Embajada. A ver si se atreven también a asaltar la Embajada Argentina”. “Mirá, si tu sales a la calle, no llegás a la esquina!”.

Durante la reunión se recibieron varias llamadas del Ministerio de Relaciones Exteriores, citando a distintos Embajadores, con la evidente intención de interrumpirla. Al final, una numerosa representación del Cuerpo Diplomático se dirigió a la Cancillería.

A la reunión de la Cancillería asistió Juan José Díaz del Real. Mientras tanto, Riva Patterson permanecía en la Embajada del Perú.

A las ocho horas de la noche, llegaba a la Cancillería, la representación del Cuerpo Diplomático. Se esclarecieron muchos aspectos.

El Canciller Herrera Báez no había concedido ninguna entrevista a los cubanos para las tres de la tarde de aquel día.

El Canciller Herrera Báez expuso su versión de los hechos. Los diplomáticos cubanos habían sido atacados en la calle. Santo Domingo se encontraba llena de refugiados cubanos que, lógicamente no simpatizaban con el gobierno de Fidel Castro. Estos, actuando por su cuenta, habían atacado a los diplomáticos y él mucho que lo lamentaba.

“Hace poco”, dijo Herrera Báez, “en La Habana colocaron una bomba contra nuestra Embajada. Nosotros comprendimos que el Gobierno cubano no era el responsable, aunque sí exigimos que se tomaran las medidas pertinentes”.

“Los sucesos de hoy”, continuó el Canciller, “son consecuencias de las luchas internas de Cuba, de las que el gobierno dominicano no es responsable. Tan pronto el Gobierno dominicano supo que estaban atacando a la Embajada, envió a las fuerzas de seguridad para protegerles”.

Dentro de su intervención de casi 20 minutos, dijo algo así como que probablemente los diplomáticos no se hubieran enterado de que hasta un carro blindado había sido enviado a lugar de los hechos.

Terminó diciendo que el Gobierno Dominicano garantizaba la vida, la seguridad y la libertad de movimiento de los diplomáticos cubanos.

Se negaba rotundamente a acceder a la solicitud de asilo de los diplomáticos cubanos, que eso era un imposible y que las garantía las daba a título de su gobierno y personalmente.

Nuevamente en la Embajada del Perú y luego del informe de lo sucedido en la reunión de la Cancillería, el Sr. Varela llamó aparte a Riva Patterson y a Díaz del Real, para decirles que si ellos insistían en la petición de asilo, él tenía la seguridad que lo encontrarían en cualquier Embajada pero, que esa situación pondría al gobierno dominicano en una situación sumamente difícil, por lo cual, él (Varela) tenía la completa seguridad de que nunca saldrían de Santo Domingo, o por lo menos, hasta que Trujillo muriera.

A continuación y de forma confidencial, le dijo a Riva Patterson: “He hablado ya con el Generalísimo y me ha asegurado que ustedes no van a tener más problemas. Mi sugerencia es que acepten la palabra del Canciller y todo quedará resuelto de la mejor manera”.

El Ministro de Relaciones Exteriores dominicano, había invitado a los diplomáticos cubanos a hospedarse en el Hotel Embajador- El Sr. Varela les acompaño hasta una suite de dicho hotel. Allí les esperaba una fuerte custodia policial. A pesar de las agotadoras emociones de un día tan dramático, era dudoso que pudieran dormir.

El hotel se encontraba rodeado de soldados portando armas largas. Dos soldados a la salida del elevador y uno en cada puerta, a lo largo del pasillo que conducía a la suite. En la puerta, un Teniente, que les saludó militarmente, diciéndoles que se encontraba a su entera disposición, pidiéndoles que, si deseaban salir a alguna parte, él tenía órdenes de acompañarles, como forma de protección.

Solamente una condición: Debían decirle a donde pretendían ir.

De común acuerdo, decidieron comer algo en la propia habitación y acostarse luego. No tenían más ropa que la puesta y consideraron estúpido regresar a por las cosas personales.

Se afeitaron, tomaron un baño, luego comieron algo encargado al servicio de habitaciones y, a pesar de todo consiguieron dormir.

Entre las siete y las ocho de la mañana del sábado día 6 de junio (faltando solamente 8 días para el desembarco de tropas proveniente de Cuba), ya se encontraban todos despiertos, menos Julio Cruz.

Llamaron a la puerta de la habitación. Una expresión de alivio apareció en sus rostros al advertir que era el Sr. Varela. Otro tanto se advertía en la cara del Embajador al comprobar que sus colegas no habían sufrido nuevos quebrantos durante la noche.

Solicitaron una llamada a La Habana. Hablaron con el Viceministro Primelles, quién después de escuchar el relato de los acontecimientos les ordenó regresar a Cuba inmediatamente.

Finalizada la llamada, le informaron al Teniente que precisaban ir al buró de turismo del hotel para reservar los pasajes de avión.

Riva Patterson fue acompañado por el Teniente y dos soldados, que permanecieron todo el tiempo a prudente distancia. Díaz de Real permaneció en la habitación junto con Julio y Ricardo.

Aquellos que no conocieron a la República Dominicana en la "Era de Trujillo", les resultará difícil comprender la expectación que  se produjo en el hotel. Hoy parecería una escena de un filme de acción.

En aquella época era totalmente normal que, en Ciudad Trujillo, luego que las emisoras de radio y la prensa escrita hicieran un simple señalamiento sobre una persona, era suficiente para considerarla muerta o desaparecida.

La salida del elevador, escoltado por tres militares armados era un acontecimiento inusual, máxime cuando en los principales periódicos de esa mañana, aparecía la fotografía de Riva Patterson con una leyenda de "Asesino".

«Esta es la fotografía del asesino filo-comunista, disfrazado de diplomático».

En el mismo periódico aparecía un artículo, que ocupaba casi la última página, en el cual un llamado «Ejército de Liberación» le había condenado a muerte y terminaba la sentencia diciendo: «Ejecútese dondequiera que pueda encontrarse».

Al atravesar el vestíbulo del hotel, algunas personas corrieron, otras se asomaban desde detrás de las columnas.

Una jovencita les atendió en la oficina de turismo. En el momento en que fue abordada por el diplomático, "condenado a muerte", se encontraba leyendo el periódico «El Caribe».

La sonriente muchacha cambió la sonrisa, para una mueca helada. Aquella niña temblaba como hoja que se lleva el viento. Miraba la fotografía del periódico y nuevamente a la cara de su interlocutor, sin atinar a nada.

El Teniente, dándose cuenta de la situación le dijo: "Señorita, haga el favor de atender a su Excelencia".

La muchacha respondía afirmativamente, pero sus manos se negaban a responderle y no conseguía anotar lo que se le estaba pidiendo.

Un empleado de más edad acudió en su ayuda. Tomó nota de la solicitud y momentos más tarde informaba que no encontraba espacio disponible en ningún vuelo para La Habana. Por lo menos en un mes.

Ante semejante sorpresa se le dijo que procurara reserva para México, Jamaica, Venezuela o cualquier otro país y que tratara de hacerles conexión para llegar a La Habana, lo más rápidamente posible.

Minutos después le daba exactamente la misma respuesta. Efectuó un último intento reservando para España, pero la respuesta del funcionario fue siempre la misma. «No había espacio disponible».

Al principio, el Teniente insistió con el empleado, intentando ayudar, pero a la segunda negativa dejó de intervenir en el asunto, limitándose a permanecer, a cierta distancia, discretamente.

Se encontraban nuevamente reunidos en la habitación del hotel. Se había incorporado el Embajador del Brasil.

Impusieron a ambos Embajadores la nueva situación y los dos coincidieron en su falta de extrañeza. Sabían, por experiencia, que ese era el método utilizado en la República Dominicana.

Fue entonces que Riva Patterson recordó el ofrecimiento realizado por el Embajador de los Estados Unidos Mr. John Farland.

Sin perder más tiempo telefoneó a Farland , el cual allanó todas las dificultades. Tampoco Farland se sorprendió ante aquel hecho.

Mr. Farland tenía reservados, de forma permanente, cuatro asientos, en todas las líneas aéreas americanas. Por tanto, les cedía esos asientos a los colegas cubanos, siempre que quisieran volar a Miami y de allí a La Habana. Aceptaron la propuesta.

Pocos minutos pasaron antes que la Pan American les llamara para comunicarles que tenían disponibles cuatro asientos, pero no podía venderle los boletos, al carecer los pasaportes del visado de entrada a los Estados Unidos.

Extremando su gentileza, Farland hizo que el cónsul de la Unión, a pesar de ser sábado, se personara (con todos los cuños necesarios) para visar los pasaportes, en la misma habitación del hotel.

Concluidas las gestiones de los pasajes y los visados, Riva Patterson telefoneó nuevamente a Mr. Farland, para agradecerle la gentileza. Farland, a su vez, les deseó un buen viaje y feliz regreso a La Habana.

Fueron a despedirles al hotel los Embajadores de Perú y Brasil, así como los Encargados de Negocios de Venezuela, México, Argentina y Guatemala. Todos se expresaron de igual forma. La despedida sería en el hotel, aunque ellos estarían en el aeropuerto hasta que despegara el avión.

A la hora de partir, Riva Patterson llamó al Teniente que estaba de guardia, invitándole a entrar a la habitación y beber café con todos ellos.

"Teniente", le dijo.

"Como usted sabe, hay algunas manifestaciones, incluso en las inmediaciones del hotel y probablemente, a nuestra salida del hotel puede producirse alguna demostración en contra nuestra. Han tomado medidas para evitar una agresión?", preguntó.

A nosotros no nos preocupa que griten o vociferen, pero sí, que nos vayan a atacar o lanzar algún proyectil, piedra o algo por el estilo".

"Cuanto tiempo lleva usted en la República Dominicana?", le preguntó el oficial. A continuación sentenció:

"Si usted lleva en nuestro país, desde el mes de febrero, es tiempo suficiente para conocerlo bien. El Generalísimo y Doctor Rafael Leónidas Trujillo y Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, ha dado órdenes de que ustedes salgan sin problemas de la República Dominicana. Tenga usted la seguridad de que pueden ir hasta el aeropuerto caminando, que nadie osará molestarles".

Efectivamente, fueron trasladados en un patrullero escoltado.

Esa misma mañana de sábado, mientras se salvaban los inconvenientes anteriormente relatados, en La Habana, Gloria Amelia (la mujer de Riva Patterson), después de una noche de angustias, sin noticias (nadie contestaba al teléfono), decidió comunicar con la Embajada del Perú.

El Embajador Varela le dijo:

"Despreocúpese Gloria, Mario va para allá en el vuelo de la Pan American que hace escala en Miami". "Yo estaré en el aeropuerto, pero él no me verá", fueron las palabras del Sr. Varela.

Aparentemente, las autoridades dominicanas estaban intentando demorar la partida.

En el palacete de José Eleuterio Pedraza, , en la "Avenida Cordell Hull" no. 66, velaban el cadáver de Rilde González Martínez, el hombre que había resultado muerto en la Embajada.

El entierro de Rilde se efectuaría aquella misma tarde y tal vez esperaban que se produjese otra confrontación.

Aparentemente, era el mismo Rilde Gónzalez Martínez que había sido lugarteniente de Rolando Masferrer. El mismo de los famosos y luctuosos "Tigres de Masferrer.

Al producirse su muerte, se encontraba siendo juzgado en Cuba (en ausencia), por la causa no 42/59.

A las 12:40 horas del mediodía de aquel sábado 6 de junio de 1959 despegaba el avión de la Pan American de Ciudad Trujillo.

Atrás quedaban el "Chacal del Caribe y su protegido, el "Carnicero de Cuquine".

Esa misma tarde los diplomáticos agredidos regresarían a una Cuba “nueva”, donde avanzaba inexorablemente el proyecto de la "Bestia Ilustrada", llamada Fidel Castro.

El avión hizo escala en Port au Prince, Haití. No tuvieron que descender del avión. De allí despegarían a las 5:45 p.m. en el vuelo 434 de la Pan American.

Al llegar a Miami el avión, en lugar de dirigirse hacia la terminal del aeropuerto, continuó hasta la cabecera de la pista apagando los motores. Los pasajeros comenzaban a hacer conjeturas, cuando un automóvil oficial y un ómnibus se aproximaron.

Un oficial de inmigración pidió a los pasajeros descender de la aeronave, menos los cuatro diplomáticos cubanos.

Después de que los pasajeros abandonaran el aparato, el funcionario se dirigió a los cubanos, en correcto español diciendo:

"Déjenme verles las caras". "Ustedes son las personas con mayor suerte del mundo". "Yo viví muchos años en la República Dominicana y no comprender como ustedes poder salir vivos de allí".

A continuación les informó que habían dado órdenes de que no bajasen del avión, para evitar problemas y que en ese mismo avión se les trasladaría a Cuba. A ellos solamente.

A las siete de la noche aterrizaban en el aeropuerto "José Martí de La Habana.


(Fin del extracto)


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Nota: Si en el futuro encuentro información sobre otros casos de violación y atropello a las embajadas, los incluiré en esta página.

Además, he estado buscando información sobre el embajador brasileño Jaime de Barros, quien salvó decenas de vidas, incluyendo a mi familia, para rendirle un tributo. Hasta ahora, no he podido encontrar absolutamente nada sobre él, ni siquiera su foto.
                                                               
 
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